Oración
Adoración
Ángel y hombre unidos a CRISTO en la alabanza a la Santísima TRINIDAD
III «¡Rezad conmigo!»
No será difícil para nosotros comprender, cuál será el provecho que podríamos obtener de la ayuda del santo Ángel en nuestra oración. Rafael comunicó a Tobías: «Cuando tú y Sara hacíais oración era yo el que presentaba y leía ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones» (Tb 12,12). Cuando el Ángel rezó por la paz en Jerusalén, el Señor respondió con palabras amables, palabras llenas de consuelo (Za 1,13). El hecho de que el Ángel con su oración interceda por nosotros, no lo podemos comprender tan fácilmente. Pero de que sí lo hace, lo podemos ver también en el santo sacrificio de la misa, cuando el sacerdote reza: «que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu Ángel«. Santo Tomás de Aquino atribuye al santo Ángel una fuerza especial de intercesión, más grande que la del sacerdote. Escribe: «El santo Ángel, presente en el misterio divino, lleva las oraciones del sacerdote y del pueblo hacia DIOS» como también se dice en Ap 8,4: «De la mano de un Ángel subió el incienso con las oraciones de los santos hacia DIOS« (Suma teológica III,83,4,9). Y en el mismo lugar dice: «La Santa Misa la podemos llamar así por esta razón: «Missa» viene del verbo «mittere» y significa enviar, «porque el sacerdote envía sus oraciones por medio del Ángel a DIOS, como el pueblo envía sus oraciones a DIOS a través del sacerdote«.
Ciertamente, la fuerza y la pureza de las oraciones de los Ángeles, a pesar de su naturaleza y gracia angelical, son muy inferiores a las de DIOS. Los himnos de alabanza de los Ángeles, sin contar con los de los hombres, no serían dignos ante DIOS. Pero luego se realiza lo inesperado: DIOS mismo se hace hombre, el HIJO se convierte en Sumo y Eterno Sacerdote e intercede como representante de sus creaturas por medio de su oración. Él nos injertó en su sacrificio de alabanza, infinitamente agradable a DIOS, que Él ofrece al PADRE. Así por consiguiente, DIOS escogió en primer lugar al hombre y por causa del hombre, unió a los Ángeles a éste y, al final unirá todo en CRISTO, lo que está en el cielo y en la tierra (Cfr Ef 1,10). Por amor a CRISTO y a sus miembros del Cuerpo místico, los ángeles desean asistirnos en la oración y en la adoración. Por eso cantan los fieles en la Misa Bizantina: «Señor DIOS nuestro, quien ordenaste la jerarquía celestial y las dominaciones de los Ángeles y Arcángeles para alabanza tuya, haz, que en nuestra entrada estemos junto con los Ángeles y celebremos con ellos la Liturgia y la Gloria de Tu Bondad«. Un poco más abajo dice la misma oración: «Ahora se unen invisiblemente las Potestades con nosotros en la adoración«. En cuanto nosotros clamamos en la celebración del Rito Romano: «Que los Ángeles ofrezcan a CRISTO su oración de adoración, los que siempre están viviendo en Tu presencia. Que también nuestras voces estén unidas a las de ellos, en la alabanza triunfante del tres veces ‘Santo’«. La oración de la Iglesia solo es perfecta, cuando el Ángel y el hombre están unidos a CRISTO en la alabanza a la Santísima TRINIDAD.