Oración
Adoración
Ángel y hombre unidos a CRISTO en la alabanza a la Santísima TRINIDAD
La comunión bajo las dos especies
También es para considerar el hecho de que el Ángel diera la Eucaristía bajo las especies de Pan y Vino. Es decir, da la Hostia, el Cuerpo de CRISTO, a Lucia y, a Jacinta y Francisco el cáliz con la Preciosísima Sangre. Por eso podemos decir que fue el Ángel de Fátima quien ‘una vez más’ introduce en la Iglesia occidental la Comunión bajo las dos especies. Los ritos orientales de la Iglesia Católica siempre mantuvieron la Comunión bajo las dos especies, tal vez en parte porque casi siempre sufre persecuciones, mientras que éste no ha sido el caso de la Iglesia latina. Es obviamente claro, que recibimos en su totalidad a CRISTO, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en cada una de las dos especies, como la Iglesia siempre enseñó. Si de esto quisiéramos buscar un fundamento simbólico, sería el siguiente: El pan es símbolo de la vida y, por eso, una participación en la vida de CRISTO, mientras que la sangre “que será derramada por vosotros” es un símbolo adecuado del sacrificio y la muerte de JESÚS.
Beber del cáliz de JESUS, significa participar en su sufrimiento. Este simbolismo se deja trasmitir a la Eucaristía. Así el obrar del Ángel en vísperas de la revolución comunista es profético, pues el ateísmo pagano del siglo XX derrama más sangre y lleva más mártires al Cielo que todas las persecuciones juntas de los siglos anteriores. El siglo XX es verdaderamente el siglo de los mártires en la Iglesia, por eso, podemos mirar con optimismo hacia el siglo XXI, ya que la sangre de los mártires sólo puede indicar una nueva gran primavera y un reflorecimiento de la fe y de la gracia en la Iglesia.
Jacinta: un sacrificio expiatorio por los pecados
Francisco: el consolador de CRISTO
Aun cuando los niños de Fátima no eran mártires, ellos demuestran con su sufrimiento heroico la valentía de los mártires, especialmente Jacinta y Francisco. Lucía, que recibe la Hostia, es llamada así a vivir como testigo de los planes divinos del amor y la misericordia a través de los Corazones de JESÚS y de MARIA, en cuanto que Jacinta y Francisco, quienes beben del cáliz de la Sangre de CRISTO, eran llamados a participar en forma singular en su muerte sacrificial. De hecho, ambos en pocos años cumplen con el sacrificio de su vida y mueren muy jóvenes dispuestos a una muerte expiatoria.
En lo que se refiere a Francisco, Lucía recuerda: “Durante su enfermedad siempre parecía alegre y contento”. Ella le preguntaba de vez en cuando: “¿Sufres mucho?” -”Bastante,” -respondía él sin dar rodeos- ¡pero esto no me afecta! Yo sufro para consolar a nuestro SEÑOR, y después ¡me voy pronto al Cielo!”
Lucía también preguntaba a Jacinta si sufría mucho, a lo que ella contestaba de manera semejante: “Sí, sufro, pero yo ofrezco todo por los pecadores y para ofrecer expiación al Corazón Inmaculado de MARÍA. ¡Oh, cuánto amo esto, sufrir por amor a JESÚS y a MARÍA, sólo para darles alegría! Aquellos que sufren por la conversión de los pecadores, aman con un gran amor.”
La otra verdad que se pone más a nuestro alcance, a través de la Comunión bajo las dos especies, es la concientización de la íntima unión de la Santa Comunión y el Sacrificio de la Misa. El Papa Pio XII expresa esta verdad en forma muy precisa cuando dice: “Por el disfrutar del Pan de los Ángeles, por medio de la Comunión sacramental, podemos hacernos partícipes en el sacrificio” (Mediator Dei, Núm. 118). Esto significa que la Santa Comunión la tenemos por causa de la participación en la oblación de CRISTO; recibimos la Santa Comunión, para ser uno con CRISTO en su sacrificio al PADRE, a través del cual, ÉL deseaba cumplir dos grandes actos de amor: la glorificación de DIOS y la salvación de los pecadores.
Jacinta y Francisco son representantes de estos dos caminos de vida eucarística. Jacinta tenía un anhelo insaciable de sacrificarse por la salvación de los pecadores, a quienes tanto amaba, ningún sacrificio por su salvación era para ella demasiado grande; ansiaba “expiar por sus crímenes”. Francisco, por otro lado, estaba entera y totalmente pleno del deseo de hundirse en la adoración eucarística, para “consolar a su DIOS”.
Y porque sabía que pronto moriría, pasa todo el día en adoración ante ‘JESÚS escondido’ en el sagrario. Lucía relata que al buscar a Francisco en la iglesia, al regreso de la escuela, lo encontraron aún de rodillas en el mismo lugar.
¿Por qué la aparición en Loca do Cabeço?
La relación entre la Santa Comunión y el sacrificio de CRISTO nos ayuda a comprender el significado del lugar llamado Loca do Cabeço. ‘Cabeço’ significa literalmente, el punto más alto de una montaña o colina, pero la misma palabra está tomada de una comparación con el hombre, cuyo punto más alto es la ‘cabeça’, lo que en español quiere decir cabeza. Consecuentemente, el Ángel aparece ante los niños -transferido ahora al escenario bíblico- en el lugar de la cabeza o de la calavera, lo que significa que Loca do Cabeço podría ser visto como contraste simbólico del Gólgota, donde acontece el verdadero sufrimiento y muerte de CRISTO en su humanidad, el cual es renovado diariamente en el Sacrificio de la Misa. En Loca do Cabeco el Ángel hace más cercana la ‘pasión eucarística’ de JESÚS, terriblemente ofendido en el Santísimo Sacramento por los pecados de los hombres desagradecidos. Y así llama a los niños y, a través de ellos, a los fieles de nuestro tiempo, a expiar por estas impiedades y a consolar a DIOS, el SEÑOR.
Esta tercera aparición eucarística del Ángel, remarca la necesidad de la oración eucarística, de la adoración y del sacrificio, para reparar por los pecados de los hombres. Como es sabido, todos estos son los elementos que caracterizan la espiritualidad de la última parte de nuestro siglo. Si hubiesen sido enfatizados desde el principio, habría fallado el comunismo y no se hubiera dado la Segunda Guerra Mundial.
Paz y presencia de DIOS
Ésta fue la última revelación del Ángel a los tres niños. No podríamos expresar con más precisión lo que el Ángel cumplió con su misión, que con las propias palabras de Lucía:
“Conmovidos por la fuerza sobrenatural que nos rodeó, imitamos al Ángel en todo, es decir, nos postramos como él lo hizo y repetimos las oraciones que él había pronunciado. La fuerza de la presencia de DIOS era tan intensa, que casi que nos absorbía y anonadaba casi por completo. Parecía quitarnos por largo tiempo aún el uso de nuestros sentidos corporales. En esos días realizábamos nuestros trabajos, por así decir, como llevados por ese mismo ser sobrenatural que nos movía a ello. La paz y la felicidad que sentíamos eran muy grandes, pero puramente interiores y dirigían el alma completamente hacia DIOS.”
El Ángel había cumplido su misión guiando a los niños hacia CRISTO en la Eucaristía. A pesar de que desaparece de su vista, no deja de guiarlos y apoyarlos en el cumplimiento de sus deberes. Él se mostró como Ángel de la Paz y, ahora que los había unido con CRISTO en la Eucaristía, alcanzaban una gran paz interior, la que sólo puede surgir estando unido con DIOS, sumergido totalmente en ÉL.
CRISTO está presente en el Santísimo Sacramento del Altar y nos espera. ¡Cómo le gustaría al santo Ángel rezar con nosotros, fortalecernos en la oración y en el sacrificio y, guiarnos a la unión con DIOS. ¿Qué más necesitamos para volvernos santos?!
(Citas y oraciones del libro: ‘La Hermana Lucía habla sobre Fátima’).