Las tareas de los Ángeles
Si bien la grandeza y belleza de los santos Ángeles dejan entrever mucho de Dios, la manifestación de Su amor a través de la naturaleza del hombre y en la naturaleza del hombre, constituye su culmen. En este camino de la revelación de Dios, que llega a su plenitud con la Encarnación de Su Hijo, han sido incluidos de una manera preeminente los santos Ángeles. Ellos están al servicio de toda la creación y de la obra salvífica de Dios, razón por la cual no pueden faltar en la consumación de la historia de la salvación. El autor de la carta a los Hebreos se pregunta: “¿Acaso no son todos ellos (los Ángeles) espíritus servidores, enviados a ayudar a aquellos que han de heredar la salvación?” (Hb 1, 14). ¡Nosotros nos daríamos cuenta de lo que perderíamos, en el momento en que los Ángeles cesaran de obrar! Nos debería invadir un profundo respeto y amor hacia estos eminentes espíritus, si reflexionásemos en que estos espíritus poderosos, plenos de enorme saber, están entregados con amor al servicio de los planes de Dios en favor de nosotros, pequeños hombres.
Los santos Ángeles nos enseñan, primero que todo, a alabar y glorificar a Dios y unen nuestra pequeña adoración a su canto de alabanza.
El papa Juan Pablo II describe esto con mucho énfasis: «Además, por las Sagradas Escrituras nos enteramos de que la protección de los hombres y el cuidado por su salvación, es una tarea de los ángeles buenos. Esto lo hallamos expresado en diversos pasajes de las Sagradas Escrituras, por ejemplo en el Salmo 90/91: “Él (Dios) ordenó a sus Ángeles para que te guarden en todos tus caminos. Ellos te llevan en sus manos, para que tu pie no tropiece en ninguna piedra”.
Jesús mismo, hablando de los niños y amonestando a no escandalizarlos, se apela a «sus ángeles» (Mt 18, 10). De esta forma, atribuye a los ángeles la función de testigos en el supremo juicio divino sobre la suerte de quien ha reconocido o renegado a Cristo: «A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios» (Lc 12, 8-9; cf. Ap. 3, 5). Estas palabras son significativas, pues si los Ángeles participan en el juicio de Dios, entonces están interesados en la vida del hombre. Interés y participación que parecen recibir una acentuación en el discurso escatológico, en el que Jesús hace intervenir a los ángeles en la parusía, o sea, en la venida definitiva de Cristo al final de la historia” (Juan Pablo II, Catequesis del 6 de agosto de 1986).
“Entre los libros del Nuevo Testamento, el de los Hechos de los Apóstoles nos da a conocer particularmente algunos hechos que dan testimonio de la manera como los Ángeles se preocupan por los hombres y su salvación. Así, un ángel de Dios libera de la cárcel a los Apóstoles (Hch 5, 18-20), y ante todo libera a Pedro, que había sido amenazado de muerte por Herodes (Hch 12, 5-10). Es muy ilustrativo observar el cuidado con que el santo Ángel libera a san Pedro, a través de los mayores peligros (vigilantes, puertas cerradas). “O cuando un Ángel conduce y guía a san Pedro en relación con el centurión Cornelio, el primer pagano convertido. Análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza: ‘Un ángel del Señor le dijo a Felipe: «¡Levántate y dirígete hacia el sur por el camino que baja de Jerusalén a Gaza!” (Hch 8, 26). Felipe obedeció y encontró allí un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de la reina de Etiopía, quien estaba leyendo al profeta Isaías, pero sin comprender lo allí escrito. Felipe, entonces, partiendo del pasaje que estaba leyendo el tesorero, comenzó a explicarle el Evangelio de Jesús. Así, la fe cristiana logró entrar, a través de aquel hombre tan influyente, en un país lejano. De esta manera, los santos Ángeles iniciaron la misión entre los paganos y contribuyeron activamente en la construcción de la Iglesia. Hoy en día no están menos activos tal como se mostrará en las posteriores cartas circulares.
Los santos Ángeles se preocupan por el hombre y su salvación
“De estos pocos hechos citados a título de ejemplo, se comprende cómo en la conciencia de la Iglesia, pudiera surgir el convencimiento de que a los Ángeles les ha sido confiado un servicio a favor de los hombres. Por esto, la Iglesia confiesa su fe en los Ángeles de la Guarda venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y nos recomienda confiarnos frecuentemente a ellos en la oración, como en la invocación del «Ángel de Dios» (Angelus Domini). Es como si tales oraciones se apropiasen de las bellas palabras de san Basilio: “Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida”. Los santos Ángeles, sin embargo, no sólo están unidos a los hombres y preocupados por ellos, sino también a toda la creación. Ciertamente, se encuentran detrás de todas las cosas creadas.
El cardenal Newmann, tan importante para el pensamiento teológico moderno, escribió lo siguiente en el primer capítulo de la “Apología ‘pro vita sua’”, al referirse a la relación de los Ángeles con el mundo visible: “A la escuela de Alejandría y a la Iglesia primitiva supongo que debo el pensamiento definitivo sobre los Ángeles. Yo los tenía no sólo como ministros empleados por Dios en la revelación judía y cristiana, como lo hallamos claramente en la Escritura, sino dirigiendo, como lo supone también la Escritura, la economía del mundo visible. Yo los miraba como las causas reales del movimiento, de la luz y de la vida, y de aquellos principios elementales del universo físico que, al ofrecerse en sus desenvolvimientos a nuestros sentidos, nos sugieren la noción de causa y efecto, y de las que se llaman leyes de la naturaleza. Expuse esta doctrina en mi homilía de la fiesta de San Miguel, escrita en 1831. Allí digo sobre los Ángeles: “Cada ráfaga de aire y cada rayo de luz y calor, toda bella perspectiva, son, por así decir, las orlas de las vestiduras, la ondulación de la ropa de aquellos cuyos ojos ven a Dios”. Pregunto también qué pensaría un hombre que, “al examinar una flor, una pizca de hierba, una semilla, o un rayo de luz, cosas que él trata como por debajo de sí mismo en la escala de la existencia, descubriera súbitamente estar en presencia de un ser poderoso que permanece oculto detrás de las cosas que estaba examinando; un ser que, escondiendo su sabia mano, esta dándoles su belleza, gracia y perfección, como instrumento de Dios para ese fin; es más, un ser cuyo ropaje y ornamentos son esos mismos objetos que tan atentamente analizaba”. Y a ese propósito noto que “con corazones sencillos y agradecidos podemos decir con los tres jóvenes del horno de Babilonía “Obras todas del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo para siempre”.
Finalmente, una palabra más del Santo Padre acerca de la veneración a los santos Ángeles: “El encuentro con los seres espirituales puros, realizado en la fe, constituye para el hombre una valiosa y preciosa revelación de su propia naturaleza, no sólo corporal, sino también espiritual, y de su pertenencia a un proyecto de salvación verdaderamente grande y eficaz dentro de una comunidad de seres personales, que para el hombre y con el hombre sirven al designio de la Divina Providencia» (Juan Pablo II, Catequesis del 6 de agosto de 1986).
Oración al Ángel Custodio:
Santo Ángel de la guarda, el cuidado amoroso de Dios te ha destinado a ser mi compañero.
Tú eres Su voz en mi conciencia: ¡Ayúdame a discernir con claridad!
Tú eres Su mano que me guía: ¡Permanece día y noche junto a mí!
Tú eres Su brazo poderoso: ¡Lucha conmigo por Su Reino! Amén.