Los Santos Ángeles en las Sagradas Escrituras

Primera parte

Nos encontramos en el Adviento. Durante este tiempo, escucharemos con frecuencia en las celebraciones litúrgicas las palabras que el Arcángel San Gabriel dirigió a María Santísima en la Anunciación.  Los santos Ángeles en las Sagradas Escrituras es el tema de esta Carta Circular. Esperamos continuar desarrollando este tema en ediciones posteriores. A continuación hacemos referencia a uno de los muchos pasajes de las Sagradas Escrituras en que se nos habla de los Ángeles. San Jerónimo dijo: «Desconocer las Sagradas Escrituras es desconocer a Cristo» (Prólogo a Isaías; CIC 133). A este respecto podríamos decir también que desconocer las Sagradas Escrituras es desconocer a los santos Ángeles. En verdad, la Biblia es, por así decirlo, un libro de los Ángeles. Si la Biblia nos revela a Dios como Creador y Santificador en la historia de la salvación, también nos revela a los Ángeles, y más aún,  lo fundamental y esencial sobre los santos Ángeles. Inicialmente vamos a preguntarnos cuál es el significado y la importancia de las Sagradas Escrituras para nosotros, qué tan trascendental es para nosotros los cristianos todo lo que ellas contienen y cuál es el valor que debemos dar a las narraciones de las Sagradas Escrituras acerca de los santos Ángeles.

La importancia de las Sagradas Escrituras

Es indudable que la Iglesia quiere que los creyentes se dediquen a la lectura de la Biblia. Así, el Concilio Vaticano II, en su Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación dice: Es tanta la eficacia que radica en la Palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual (Dei Verbum 21). Por eso, el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos a que aprendan el sublime conocimiento de Jesucristo (Flp 3, 8), con la lectura frecuente de las Sagradas Escrituras (Dei Verbum 25). 

  Cuando leemos las Sagradas Escrituras, podemos estar siempre conscientes de que ellas son Palabra de Dios. Dios mismo nos habla a través de las palabras de las Sagradas Escrituras. Lo que cuenta no es sólo la formación, sino ante todo la fe y la disponibilidad para aceptar las palabras allí consignadas como Palabra de Dios para Su pueblo y, por tanto, para cada uno de nosotros. En consonancia con toda la tradición de la Iglesia, la Constitución conciliar Dei Verbum enseña que Dios mismo es el autor de las Sagradas Escrituras: «La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes: Escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tal se le han entregado a la misma Iglesia» (Dei Verbum 11).

Las Sagradas Escrituras enseñan la verdad. «Pues como afirman los autores inspirados o hagiógrafos: todo su contenido debe considerarse inspirado por el Espíritu Santo y,  por tanto, los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en los sagrados escritos para nuestra salvación» (Dei Verbum 11). De esto se desprende que todo lo que las Sagradas Escrituras dicen sobre los Ángeles, es lo que finalmente Dios mismo dice sobre los Ángeles. Las Sagradas Escrituras enseñan firmemente, con fidelidad y sin error la verdad sobre los Ángeles. Naturalmente, a la Iglesia le corresponde guardar esa verdad, interpretarla y anunciarla. 

El objetivo inmediato de la lectura de las Sagradas Escrituras no es tanto el de comprender perfectamente todo, sino el de obtener alimento para la vida espiritual. Al leer debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que Dios quiere decirme ahora a través de estas palabras? Cuando leemos personalmente la Biblia o escuchamos la Palabra de Dios en la liturgia, es importante abrir nuestros oídos, escuchar de manera consciente y preguntarnos: ¿Qué significa esto para mi vida? ¿Qué quiere decirme Dios con esto?

 

Las Sagradas Escrituras: un «libro de los Ángeles»

¿Qué es, pues, lo que dicen las Sagradas Escrituras sobre los Ángeles? Los Ángeles aparecen más de trescientas veces en las Sagradas Escrituras, sin contar la repetición de la palabra en la misma cita.

Según palabras de San Agustín: «El nombre del Ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un Ángel» (Sal 103, 1, 15; CIC 329).

En las Sagradas Escrituras, los Ángeles son llamados también «servidores de Dios» o «hijos de Dios». También se encuentran nombres como «Querubines» y «Serafines», los cuales conocemos por la liturgia. Y, finalmente, en las Sagradas Escrituras aparecen los arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael, únicos Ángeles mencionados con nombre propio, y cuya fiesta es celebrada por la Iglesia el día 29 de septiembre. La Biblia nos muestra a los Ángeles hablando y actuando para comunicar el mensaje de Dios, para proteger, para avisar, para consolar o, dado el caso, también para castigar.

Negar, pues, la existencia de los Ángeles, significaría negar la verdad de las Sagradas Escrituras; significaría declarar falsa una gran parte de la Biblia. Negar la existencia de los Ángeles implicaría tener que arrancar cada segunda página de la Biblia, como expresara una vez el cardenal Journet.

En ésta y en las próximas cartas circulares, vamos a reflexionar sobre unos pasajes concretos de las Sagradas Escrituras que muestran claramente que los Ángeles desempeñan un papel particular. Lo haremos inicialmente a partir del Antiguo Testamento y luego en el Nuevo Testamento. Para comenzar hemos de preguntarnos: ¿Qué es lo que las Sagradas Escrituras dicen sobre la creación y la existencia de los Ángeles?

La creación de los Ángeles: Génesis 1

En el Génesis, primer libro de las Sagradas Escrituras, leemos: «En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba desierta y vacía, y el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Y dijo Dios. ‘Hágase la luz’, y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena» (Gn 1, 1-4a).

Dios creó el cielo y la tierra. Acerca de esto el Catecismo de la Iglesia Católica dice: En el principio, creó Dios los cielos y la tierra (Gn 1, 1). Con estas palabras solemnes comienza la Sagrada Escritura. El símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como el Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible (CIC 279). La profesión de fe del IV Concilio de Letrán afirma que al comienzo del tiempo, Dios creó de la nada a una y otra creatura a la vez. La espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la humana; desde esta perspectiva, la criatura humana, que participa de las dos realidades, está compuesta de espíritu y de cuerpo (DS 800; CIC 327). 

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el término cielo no sólo caracteriza al cielo como firmamento, sino ante todo como el lugar de Dios, y de esta manera, como el lugar de los Ángeles:

En la sagrada Escritura, la expresión «cielo y tierra» significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: «La tierra», es el mundo de los hombres (cf Sal 115, 16). «El cielo» o «los cielos» puede designar el firmamento (cf Sal 19, 2), pero también el «lugar» propio de Dios: «nuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16), y por consiguiente también el «cielo», que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra «cielo» indica el «lugar» de las criaturas espirituales —los ángeles— que rodean a Dios. (CIC 326)

Dijo Dios: ¡Hágase la luz!. Según algunos Padres de la Iglesia (p. ej. San Agustín), con esta luz no se estaría aludiendo a los astros celestes, como el sol, la luna y las estrellas, cuya creación es mencionada en el Génesis sólo en el cuarto día, sino a los Ángeles. Los Ángeles fueron creados en el primer día de la creación. Por esto, en la teología también se les denomina como los primeros creados, las primeras criaturas.

San Pablo relaciona la creación de los Ángeles con Cristo: en Él fueron creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, las visibles y las invisibles: Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades, todo lo ha creado Dios por Él y para Él. Cristo existe antes que todas las cosas y todas tienen en Él su consistencia (Cl 1,16s.).