Un NIÑO nos ha nacido (Is 9,5)

En la solemnidad del Nacimiento de JESÚS la Iglesia entona como canto de entrada las palabras del profeta Isaías: «Un NIÑO nos ha nacido», y exactamente a esta palabra «niño» queremos dirigir nuestra atención.

En la oración del «Angelus» (el Ángel del Señor) confesamos: «Y el VERBO se hizo Hombre». ¿Entonces, no podríamos decir también: Y el VERBO se hizo NIÑO? Sin duda el milagro de la Noche Santa recibiría una nueva acentuación. Él, a Quien los cielos no pueden contener, Él se hizo NIÑO.

Reconozcamos entonces, que en esta aseveración no solamente está incluida una verdad de la fe, a saber, que el HIJO de DIOS quería pasar por toda la vida humana desde el principio hasta el fin, desde la cuna hasta la tumba; mucho más aún hay en estas palabras: un llamamiento moral, que el Señor más tarde expresa con estas palabras: «Si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos.» (Mt 18,3).

Vamos a meditar esta Su afirmación en toda su profundidad; con esto se ve al mismo tiempo un camino, que debería ayudarnos a salir de la gran crisis de nuestros tiempos.

Queremos anteponer un indicio, para no ser mal entendidos. Hoy en día la ciencia de DIOS, con serios esfuerzos quiere aclarar y acercar más a nuestra comprensión los misterios de nuestra fe; surge la impresión de que la capacidad intelectual, a veces un poco exagerada, se ha despedido de la verdadera fe infantil. Pues, ¿para qué nos sirven, hablando del misterio de la Santísima Eucaristía, todas las discusiones sobre todas las interpretaciones posibles? ¿Realmente nos ayudan a comprender este Santísimo Sacramento más profundamente? ¿Volvemos a ser con esto más creyentes y más reverentes? ¿No debían ser suficientes Sus palabras: «Esto ES MI CUERPO, esto ES MI SANGRE»?

Un NIÑO nos ha nacido significa simplemente: ser como un niño, que no averigua, sino sencillamente cree.

Hoy en día, nuestro sutil intelecto se desahoga con respecto a la Palabra de DIOS en la Sagrada Escritura, hasta el punto de clasificarla con un grupo de otros escritos, quizá religiosos, juntamente con la literatura del mundo. ¿No nos basta esto?: A través de la Sagrada Escritura, DIOS mismo nos habla, esto es Palabra de DIOS, ¿»y qué puede ser más verdadero»?.

Un NIÑO nos ha nacido, significa entonces: ser como un niño, que cree lo que le dice el PADRE.

Nuestra crisis de fe también es una crisis de confianza. En breve tiempo nuestra Santa Iglesia pasó esta memoria de 2000 años, en cuanto se confirma la palabra de Gamaliel: «Si esta idea o esta obra es de los hombres se destruirá; (y cuántas veces se podía haber dado esta posibilidad en estos dos mil años) pero si es de DIOS, no conseguiréis destruirla» (Hch 5,38).

A lo largo de la historia de nuestra Iglesia ha habido tantos herejes como ha sido posible y ahora parece que todos juntos surgen una vez más al mismo tiempo. Pero «PUER NATUS EST NOBIS», un NIÑO nos ha nacido, significa también: tener confianza como un niño, no dejarse intimidar por el espíritu del tiempo y de la moda, que llega hoy y pasado mañana solamente se encuentra en las revistas.

El niño no es complicado: Todavía no tiene problemas, vive, se alegra, confía y ama.

Un NIÑO nos ha nacido, significa: «Si no os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos». Pero este es un asunto serio. Porque si realmente llegamos a recibir la salvación, esto dependerá, de que nosotros mismos seamos un niño ante DIOS, como el Señor lo exige de Sus Apóstoles. Esto nos debe enseñar la Navidad. Pero nunca deberíamos olvidarnos de una cosa, en el Evangelio según San Mateo dice: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3).

La infancia en tal caso requiere una verdadera conversión, despidiéndose de todo lo que es confuso, de todo lo engañoso, alejándose de toda crítica rebelde, lejos de toda presunción de la inteligencia. Infancia significa, ir en el camino como verdad en la vida, como JESÚS a partir de Su infancia, como Santa Teresa del Niño JESÚS que nos dejó su ejemplo; en la aceptación de la fe humilde y simple, la confianza infantil, la rectitud, la pureza del pensamiento y, sencillamente, de la vida.

Este «un NIÑO nos ha nacido» esta vez se encuentra al final del año de la familia. ¿No es así como el amor matrimonial de dos personas forma la familia a través del niño?

¿Y no es el NIÑO, que nos ha nacido, el inicio de la Iglesia como Familia de la infancia divina de toda la humanidad?

El hecho de la Encarnación de la PALABRA Divina, que quería nacer como NIÑO, ciertamente fue también causa de la separación de los primeros seres espirituales creados. La Navidad en la tierra, en este ambiente de DIOS con los Santos Ángeles, de ninguna manera era una pastorela idílica. Solamente los espíritus probados en la fidelidad aceptaron, con su prontitud, secundar este plan de DIOS y estaban dispuestos a servir y ayudar a los que han de heredar el Reino (Cfr Hb 1,14).

Qué hay por admirar entonces, cuando también los Santos Ángeles, como los mejores y primeros «Evangelizadores» (Cfr Lc 2,10), saben anunciar la Encarnación como también la Resurrección de CRISTO (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 333).            

Con este «gran ejército celestial» que alababa a DIOS diciendo «Gloria a DIOS en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» deseamos a todos una Navidad llena de DIOS: «¡Un NIÑO nos ha nacido!»