El Camino de la Confianza
Los justos efectos de la fiesta del ESPIRITU SANTO deben entrar en nuestra vida todos los días. Esto significa que el ESPIRITU SANTO debe llenarnos, sí, continuamente debe animarnos para un nuevo amor. Siempre debe unirnos en la caridad. Nuestro amor debe tener su origen en DIOS, que nos creó y salvó por amor y nos quiere santificar por amor. Solamente podemos amar a DIOS porque Él nos ama primero (Cfr 1 Jn 4,19).
Al verdadero amor pertenece inseparablemente la libertad, si no, sería obligación y no sería libre. A ella también le pertenece la confianza casi como el primer grado necesario. Para poder amar realmente a DIOS debemos también confiar firmemente en Él y en esta confianza abrirnos a Él. «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20).
Antes de poder constatar que el mundo vive del amor, podemos decir junto con Gertrudis de Le Fort: «El mundo vive de la confianza y muere por la desconfianza». Por eso el camino que conduce a esta verdad y a una vida plena nos corresponde a todos: A los simples, para quienes es más fácil que para los complicados, a los alegres como a los tristes, tanto a los simpáticos como a los antipáticos, a los que fracasan lo mismo que a los que triunfan, a los ruidosos como a los silenciosos, a los amables como a los hombres sarcásticos, como también a los que dirigen su vida para ser probados en la esperanza, pero igualmente a aquellos que después del verano y del otoño de su existencia sienten ya el frío del invierno. Porque la confianza es para nosotros los hombres, como el agua para los peces, como el aire para los pulmones y como las manecillas para el reloj. Por lo tanto, debemos confirmar que la confianza es un valor fundamental para el éxito de nuestra vida y esto especialmente en nuestra convivencia con los otros.
Ya que DIOS creó al hombre a imagen suya (Gn 1,27), no lo creó como ser solitario sino como un ser que se puede relacionar socialmente en todos lados. Está capacitado para tener una relación con lo alto, en cierto modo, saliendo de sí mismo; también al mismo nivel con los hombres y; del mismo modo, con las creaturas que están debajo de él, como los animales, las plantas y la materia. Este relacionarse es una necesidad y por eso condiciona también la pobreza espiritual del hombre (Mt 5,3), en el sentido de que ‘¡todo lo que soy y tengo, viene únicamente de ti, oh DIOS!’
Miremos lo contrario, es decir, la desconfianza y sus formas: el no ser considerado, el no ser saludado, el no ser tomado en cuenta… y otras formas que como hechos exteriores son perceptibles incluso a través de los sentidos. Todo esto viene de una privación de confianza que lleva a la destrucción del alma.
Además, nosotros los hombres poseemos, por medio del camino de la fe, la capacidad de entrar en una relación de confianza con DIOS, con los Ángeles y los Santos. Cuando somos negligentes en este camino, entonces se marchita nuestra naturaleza humana en su esencia. El conocimiento de DIOS, Su providencia y omnisciencia acerca de todo el ambiente celestial sería deformado. Al contrario, este conocimiento de la fe debería ser desarrollado en aquella felicidad que DIOS nos quiere dar para siempre. Por el camino de la fe debemos entrar en un confiable contacto con los santos Ángeles. Incluso esto está previsto por DIOS, lo queramos o no: «Que Él dará orden sobre ti a sus Ángeles de guardarte en todos tus caminos» (Sal 91,11) y por medio del Ángel nos permite saber: «Pues él se abraza a mí, yo he de librarle, le exaltaré, pues conoce mi nombre. Me llamará y le responderé; estaré a su lado en la desgracia, le libraré y le glorificaré. Hartura le daré de largos días, y haré que vea mi salvación.» (Sal 91,14-16). Otra indicación importante de que podemos tener confianza en los Ángeles que pertenecen a DIOS, nos la da la Carta a los Hebreos: «¿No son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?» (Hb 1,14).
Demasiado poco conocida, y para muchos, desconocida es esta posibilidad de confianza, que DIOS nos ofrece por medio de sus Ángeles. Por parte de DIOS, ellos son nuestros mejores amigos. A través de esta realidad de fe, la confianza en DIOS puede crecer hasta una relación de amor más íntima.
Aún acerca de la desconfianza, con la cual este camino podía ser perturbado o hasta destruido, ya sea entre los hombres como amigos, esposos, padres e hijos, superiores y servidores, pero igualmente en el ambiente espiritual en relación a DIOS y también a los Ángeles y Santos. Al privarnos de tal confianza, se podía llegar a una crisis incurable, por la que el hombre simplemente sería una ‘cosa’. Qué horrible es ‘ser la sombra de alguien’, como un espía, con lo que el hombre sería liquidado porque ya no podría surgir ningún rayo de sol en su corazón. Ya no podría brotar ninguna alegría. Y al revés, qué agradable suena esta frase: «A ti te tengo confianza, contigo puedo hablar sin vergüenza de todos mis problemas». O, cuando se expresa este elogio tan raro: «¡Qué bueno es que tú existas!» Y en relación a esto, en extrema oposición: «¡No confío en él!». Poder confiar ciegamente es un estado ideal al que deberíamos aspirar, que tiene que ser construido con cuidado, para ayudarse mutua y fielmente, y que no debería ser puesto en peligro por pruebas o vigilancias innecesarias.
Debemos aplicar nuestra desconfianza en aquel que no cree que por la confianza pueda surgir amor o estima mutua. Es aquel enemigo de los hombres y «homicida desde el principio», el adversario de DIOS, Quien es el Amor. Ya en el inicio el «padre de la mentira» ¿no llevó a los hombres, en la tentación del paraíso, esta desconfianza contra DIOS? (Cfr Gn 3,1-4) Este camino de la desconfianza fue planeado para que no se realizara esta continua relación de amor.
El abandono de DIOS también podría ser una prueba de fidelidad en la confianza exigida por DIOS. Aquí es necesario, como sucede igualmente entre los hombres, examinar primero la propia dignidad de confianza.
Ya es hora de preguntarse con toda humildad, cómo he abusado de la confianza en DIOS y la del prójimo. Con DIOS mismo es conveniente restaurar luego la confianza por medio del arrepentimiento y de la confesión de la culpa, confiándose a sí mismo, con todo el ser, a Él, así como el buen ladrón. En la manera en que yo me acepte a mí mismo y me diga «sí» nuevamente encontraré confianza. Porque ante DIOS no vale el éxito de nuestras obras, sino el justo querer.
También es parte de esto el ser bueno con uno mismo, es decir, tomando tiempo para sí, para «estar en casa» consigo mismo. Porque para poder entregarse a sí mismo, es necesario poseerse a sí mismo; esto se realiza de la mejor manera en y por DIOS, que está en nosotros y en Quien nosotros deberíamos estar. Después compartamos, lo más pronto posible, este amor confiado. DIOS, quien es el Amor, no permite vacíos en Su Amor, Él los llena. Y así encontramos muy pronto Su Amor otra vez.
Igualmente, la gratitud es un reinicio para una nueva confianza; y precisamente porque hoy es tan rara posee un gran valor. Ya que toda formación del propio corazón empieza con el agradecimiento. Lo más importante finalmente es la oración. Siendo hombres de oración comprendemos más fácilmente, aun cuando ya no podamos entender a través de los sentidos y la razón. Debemos hacer la experiencia de DIOS: «Él está siempre presente» (YAHVEH). El salmo 23 del Buen Pastor muestra las «señales del alma que llama» con confianza a DIOS: «Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré». Con Él están también las «llaves de sus misterios».
La oración que sigue, del gran teólogo y orador Cardenal John Henry Newman, muestra todo lo que se refiere a la confianza en DIOS.
ORACIÓN
¡OH SEÑOR, en Tus brazos estoy seguro;
cuando Tú me sostienes no tengo nada que temer;
cuando Tú me dejas, no me queda ninguna esperanza!
¡Nada sé del futuro, pero confío en Ti!
A Ti te pido que me des lo que es bueno para mí.
Así Te ruego que Tú quites de mí
lo que puede obstaculizar mi salvación.
Todo Te lo entrego solamente a Ti,
porque Tú sabes todo y yo no.
¡Envías dolor y preocupaciones sobre mí,
me das también la gracia de llevarlos correctamente!
¡Guárdame de la irritabilidad y del egoísmo!
¡Si Tú me das fuerza para el éxito en este mundo,
entonces siempre guárdame bajo Tú protección
para que estos grandes dones no me alejen de Ti!
¡Concédeme, reconocerTe, creer en Ti,
amarTe y servirTe, vivir para Ti y por Ti!
¡Déjame así morir en el tiempo y el modo
en que sirva más para Tu honra y gloria
y para mi salvación en Ti! Amén.