¡Queridos hermanos en el sacerdocio!
Consideramos en la última meditación la creación de los ángeles en San Pablo. El punto principal que señaló el apóstol, fue su relación con Cristo. “Él es la imagen del Dios invisible…, en Él fueron creadas todas las cosas… Tronos, Dominios, Principados o Virtudes… por Él y para Él” (Col 1, 15-17). La intención de San Pablo es tan fuerte, que fuimos conducidos a “la liturgia cósmica”, es decir, a la alabanza angelical que abraza toda la creación: “El mundo en todas sus partes” tiene que “convertirse en un culto a Dios… una liturgia de Dios “para alcanzar” su objetivo (Benedicto XVI, 29 de junio de 2008). En este texto, San Pablo no solo habla de ángeles, sino que ofrece indicaciones sobre grupos entre ellos; podemos echar un vistazo más de cerca a esto.
San Pablo habla a menudo sobre los ángeles. Pero no siempre se refiere con este término a todos los ángeles.
La forma general de hablar de los ángeles:
Algunos ejemplos pueden mostrarnos la forma general de hablar de los ángeles, refiriéndose a todos los espíritus puros. A San Timoteo le escribe: “En verdad grande, lo confesamos, es el misterio de nuestra religión: Él fue manifestado en carne, reivindicado en el Espíritu, visto por los ángeles” (1 Timoteo 3,16). De manera similar, San Pablo se refiere extensamente a todos los ángeles en la carta a los Hebreos: “¿A qué ángel dijo Dios alguna vez: ‘Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado’? Y nuevamente, cuando trae al primogénito al mundo, dice: ‘Adórenlo todos los ángeles de Dios’. De los ángeles dice: «El que hace a sus ángeles vientos, y a sus siervos llamas de fuego» (Heb 1, 5-7; cf. Col 2,18; 1 Cor 11,10; 13, 1; 2 Tes 1, 7; 1Tito 5,21). En ocasiones, San Pablo entiende este término de una manera tan amplia que se refiere a todos los espíritus puros, incluso a los infieles o caídos que actúan contra Dios, (por ejemplo, 1 Cor 4, 9; 6, 3).
“Sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades” (Col 1,16). En la Carta a los Romanos, San Pablo habla una vez de los ángeles junto con otros grupos. “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa en toda la creación, podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro: oute angeloi oute archai… oute dunameis” (Rom 8, 38). Aunque no necesariamente las palabras en sí mismas, sí, el contexto de toda la Biblia deja en claro que aquí «principados» y «potestades» se refiere a un cierto grupo de espíritus puros, es decir, a una subdivisión de esas criaturas espirituales que generalmente llamamos «ángeles». Por lo tanto, cuando San Pablo habla específicamente de «ángeles» en contraposición a otras agrupaciones de seres espirituales, podemos concluir acertadamente, que él entiende que los «ángeles» también constituyen una parte o división específica del mundo de los espíritus puros, es decir, un determinado grupo solamente o, como los llama la tradición, un “coro” al lado de los demás.
Antes de continuar, debemos afirmar que las traducciones confundieron en casi todos los idiomas los nombres originales en griego, por lo que queremos corregir las siguientes traducciones: Archai son príncipes o principados; Dunameos son poderes; Exousiai son virtudes; y los Kyriotetes son dominios o dominaciones. Encontramos diferentes lugares donde San Pablo habla de “principados y potestades”. A los Efesios, escribió “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales – tais Archais kai Tais exusiais en tois epuranisis” (Ef 3,10). A los colosenses les habla de Cristo “que es la cabeza de todos los principados y virtudes, pases arches kai exusias”. Dios “desarmó los principados y las virtudes (arches kai tas exousias) y los hizo ejemplo público, triunfando sobre ellos en Él, Cristo” (Col 2, 15). Para los corintios, el apóstol se refiere a tres coros, nuevamente a “Después será el fin, cuando entregue a Dios Padre el reino, cuando haya reducido a la nada todo principado, toda potestad y todo poder – pasan archen kai pasan exusian kai dunamin” (1 Co 15, 24).
Para enumerar todos los coros que San Pablo menciona, debemos agregar especialmente los primeros capítulos de Efesios y los primeros de Colosenses. En cada oportunidad, San Pablo habla de Cristo y de su soberanía y divinidad, de Aquel a quien Dios “que El ejerció en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero* — pasa arches kai exusias kai dynameos kai kiriotetos” (Efesios 1, 20-21). Sí, Cristo “es la imagen del Dios invisible… en Él fueron creadas todas las cosas… Tronos o Dominios o Principados o Virtudes — thronoi eite kyriotetes kai archai kai exusiai ” (Col 1, 15-16). Habla también de los ángeles caídos que se ordenan en tales coros, «las virtudes del aire: tes exusias tou eros, el espíritu que ahora obra en los hijos de la desobediencia» y «principados, virtudes, los gobernadores mundiales de estas tinieblas presente, las huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales: tas archas, tas exusias, tous kosmokratoras… ta pneumatica». (Efesios 6,12; cf. arriba Col 2,15). San Pablo también menciona otros coros, habla de los Querubines, refiriéndose en la Carta a los Hebreos al libro del Éxodo, «los Querubines de gloria cubriendo el propiciatorio». Habla de los Arcángeles cuando se refiere a la Segunda Venida de Cristo (cf. 1 Tes. 4,16). El único coro que no menciona por su nombre es el de los serafines (cf. Is 6, 2ss.).
Para comprender tales distinciones tenemos que discernir y subrayar algunos puntos fundamentales.a) La identidad específica de cada ángel. Los ángeles no son solo una multitud o una masa indistinta, son individuos y personas con una identidad muy específica. Tienen un nombre (cf. Hebreos 1, 4). El Catecismo dice: “Como criaturas puramente espirituales, los ángeles tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales, que superan en perfección a todas las criaturas visibles, como atestigua el esplendor de su gloria” (CIC 330).
La individualidad trae consigo una característica específica, que va más allá de lo que llamamos comúnmente “personalidad”, ya que profundiza en su naturaleza, marcando toda la persona, porque cada ángel es una especie única, es decir, son totalmente diferentes unos de otros, es más son aún más diferentes entre si de lo que dos especies materiales podrían serlo entre ellas, por ejemplo, un caballo de un árbol.
c) La Tradición sobre los coros de ángeles
No obstante, también existen algunos principios o puntos unificadores. Primero está simplemente la voluntad de Dios: Él puede convocar a espíritus de diversos talentos en vista de una misión y ministerio en particular. Por eso encontramos en las Escrituras diferentes grupos de ángeles como los que “están delante del trono de Dios” (Tob 12,15; Lc 1,19; Ap 8, 2-4) y “cuatro ángeles a los que se les ha dado poder para dañar la tierra y el mar” (Apocalipsis 7, 2; cf. Apocalipsis 2-3; 8, 2 o 16, 1).
Más radicalmente, sin embargo, es la división en coros que forman una jerarquía. El principio básico aquí es, según Santo Tomás, el fin que los ángeles logran por naturaleza o por gracia. «Según su relación con este fin, las órdenes de los ángeles se distinguen por los dones naturales». Pero, como llegan a este fin también por gracia, “las órdenes en los ángeles se distinguen adecuadamente por los dones de la gracia, pero de manera dispositiva por los dones naturales” (Santo Tomás, ST I, q. 108, a. 4c; cf q 63, a. 9 ad 3). Con esto sabemos que la división en coros se remonta al momento anterior a la prueba de los ángeles. De hecho, San Pablo se refiere a estas órdenes incluso cuando habla de los ángeles caídos.
Pero Santo Tomás los distingue también según la gracia, dada en proporción a la naturaleza entre los espíritus puros. Por tanto, también después del pecado, la distinción de naturaleza continuó en los ángeles y en los coros (cf. ST III, q…8, a. 4) San Bernardo también distingue los coros según su relación con la humanidad de Cristo. Podemos decir, entonces, que en función de la proximidad y grado de asimilación a lo divino, según la naturaleza o la gracia, los ángeles forman una jerarquía, los diferentes coros, y cada ángel pertenece a uno de estos coros.
Parece útil notar que San Pablo no discute formalmente estas subdivisiones de los coros. Se refiere a ellos como un simple hecho. Esto probablemente explica por qué encontramos entonces, la referencia e incluso la estructura de los coros de ángeles ya en los primeros escritos de la Iglesia primitiva (cf. San Ignacio de Antioquía, † 107 o San Ireneo, † 202, etc.). En la liturgia, la Iglesia todavía se refiere a estos santos. El papa Juan Pablo II, en la pronunciación magisterial más larga sobre los ángeles, confirma la división de los ángeles en coros (cf. Catechseis sobre los ángeles, 6 de agosto de 1986, n. 3).
¿Qué encontramos en San Pablo sobre el orden entre los coros? Aquí son de interés sus dos listas más largas en Efesios 1 y Colosenses 1. No coinciden. P. W. Wagner en un artículo aún inédito, muestra que las dos listas son armoniosas. Primero, observa que la lista en Efesios está ascendiendo de coros inferiores a coros más altos en glorificación de la divinidad de Cristo, y la lista en Colosenses está descendiendo, siguiendo, por así decirlo, el descenso del Hijo a la humildad de la humanidad en Su Encarnación. Además, en Colosenses San Pablo no menciona simplemente cuatro coros seguidos, sino que menciona dos pares de coros donde el descenso desde lo alto es más pronunciado: desde el primer círculo de coros alrededor del trono de DIOS, es decir, desde el tercero al cuarto coro, de los Tronos a las Dominaciones,… y de nuevo del círculo medio de coros al último grupo de tres coros, es decir, del sexto al séptimo coro, es decir, de los Principados a las Virtudes. Con estas dos observaciones exegéticas, los dos grupos armonizan perfectamente. Estos cinco coros, según corresponda, se alinearían de esta manera: Tronos y Dominios, Poderes, Principados y Virtudes.
La jerarquía, entonces, se completa cuando agregamos, de acuerdo a un convenio general en la tradición, los serafines y querubines como el primer y segundo coro, y los arcángeles y ángeles como el coro más bajo o el octavo y el noveno.
San Pablo se refirió a las experiencias personales, habiendo sido elevado al tercer cielo (cf. 2 Co 12, 2). Aunque fue una gracia especial, aún debemos escuchar su fuerte invitación a imitarlo: “Os exhorto, pues, a ser imitadores de mí… como yo soy de Cristo”. (1Cor 4,16; 11, 1; cf.2 Tes.3, 7). Debemos entender esto, no con respecto a las visiones, sino con respecto a su familiaridad con los santos ángeles. Por supuesto, todo es gracia, que Dios concede a quien Él elige, porque «de quien quiere tiene misericordia» (cf. Rm 9, 15-26). Por nuestra parte, lo miramos a Él y a los ángeles, y con humildad y confianza los llamamos a nuestras vidas.