1. Biografía
Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1499 o 1500 en Almodóvar del Campo (Ciudad Real, diócesis de Toledo), España. A los 14 años sus padres lo enviaron a estudiar derecho canónico a la Universidad de Salamanca. Abandonó estos estudios después de una experiencia de conversión muy profunda que le hizo concebir un fuerte disgusto por la vida mundana, regresando a casa donde pasó tres años de oración y penitencia. Luego pasó a estudiar filosofía y teología entre 1520 y 1526 en la Universidad de Alcalá mientras Martín Lutero predicaba la rebelión contra el Papa en Alemania con la posterior división del cristianismo. En 1525 fue ordenado sacerdote. Celebró su primera misa en la iglesia donde estaban enterrados sus padres, repartió parte de sus bienes entre los pobres y se dirigió a Sevilla con la intención de partir como misionero a México. El Arzobispo de Sevilla le hizo desistir de su idea y permaneció en Sevilla donde, dedicándose a la predicación y dirección espiritual, continuó sus estudios teológicos y obtuvo el título de «Maestro» con el que sería llamado desde 1938 durante toda su vida. y a lo largo de los siglos.
En 1531 fue enviado a prisión debido a que su predicación fue mal interpretada. En prisión comenzó a escribir su obra más conocida, titulada Audi, filia, y a traducir a la lengua vernácula La imitación de Cristo de Kempis. En este tiempo en la celda recibió la gracia que sería la clave de su vida espiritual y el tema central de su predicación: la experiencia del amor de Dios manifestado en Cristo crucificado.
Tras ser reconocida su inocencia en 1533 se trasladó a Córdoba donde permaneció veinte años. En esta ciudad conoció al célebre padre dominico Luis de Granada, su primer biógrafo. Continuó predicando con notable éxito entre el pueblo y ante las autoridades, centrando su actividad en la promoción de la vida cristiana, en la educación e instrucción de niños y jóvenes y en la preparación de los candidatos al sacerdocio. Los males de la vejez, y ahora enfermo de fiebres y dolores de estómago y gota, le llevaron a retirarse definitivamente a una sencilla casa en Montilla (Córdoba) donde continúa su apostolado ahora con dirección espiritual y una abundante correspondencia.
Su muerte se produjo el 10 de mayo de 1569 en Montilla acompañado de sus discípulos y amigos, con un Crucifijo en las manos y recitando jaculatorias.
León XIII lo beatificó el 6 de abril de 1894. Pío XII lo nombró patrono del clero secular en España.
Pablo VI –que lo llamó fiel copia de San Pablo– lo canonizó el 31 de mayo de 1970. El Papa Benedicto XVI lo declaró Doctor de la Iglesia Universal el 7 de octubre de 2012.
2. Espiritualidad y enseñanzas
La vida espiritual y evangelización del Maestro Juan de Ávila tiene un punto de partida: la cárcel de Sevilla. En esa prisión recibió en unos pocos días más que en todos los años de su estudio, escribió, una vivencia profunda del amor de Dios en Cristo.
El amor de Dios es el tema principal y permanente de la vida y predicación de Juan de Ávila: “Tenemos un Dios y Señor, cuyo ser es amor. Tal Dios tenemos y tal Dios esperamos, que su ser sea amor infinito». Y la prueba de este amor de Dios es, sobre todo, que nos llega en la cruz de Cristo. La muerte y la Cruz de Cristo es el «mayor signo» del amor de Dios por nosotros. Cristo será la llave de la vida y enseñanzas del santo Doctor de Ávila.
Dios nos creó para ser amados como hijos por Dios mismo en su Hijo Jesús. De este modo, “para ser formados por Dios interior y exteriormente, fue necesario que enviara a su Hijo para que con su ejemplo e imitación pudiéramos alcanzar la gloria”. Esta filiación divina nuestra es obra del Padre, del Hijo y del Espíritu que se entregan a nosotros en amor.
El Maestro de Ávila es “pionero en afirmar la llamada universal a la santidad”. Siendo templos de la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, nuestro corazón poco a poco se unifica como un proceso de unión de nuestra vida con Dios y con nuestros hermanos.
¿Y cómo nos encontramos con Dios y su amor? A través de la fe y el amor. El verdadero conocimiento de Dios se alcanza a través del amor, gracias al cual tenemos «una experiencia particular del amar». Este amor de Dios lo experimentamos no en la lectura de libros ni en la vida de los demás, sino dentro de nosotros mismos, en «nuestra propia conciencia». Verdadero amor de Dios que no es buscar a Dios sólo en la medida en que sentimos a Dios, sino «seguir la voluntad del Señor y buscar total y perfectamente la propia mortificación».
Esta actividad centrada en la promoción de la vida de santidad es mucho más exigente para los sacerdotes que «en la misa nos colocamos sobre el altar en la persona de Cristo para desempeñar el oficio del mismo Redentor y nos convertimos en intercesores entre Dios y los hombres, un servicio que no tienen ángeles.» Esta santidad de los sacerdotes, imprescindible para la reforma de la Iglesia, será la preocupación más profunda del Maestro de Ávila. Amad a la Iglesia porque es la esposa de Jesucristo.
Pero ¿cuáles son las fuentes de su espiritualidad? La Sagrada Escritura es la fuente principal. Se lo sabía de memoria. En sus escritos se encuentran más de 5.500 citas bíblicas. San Pablo es su maestro y modelo. Pablo VI llamó a Juan de Ávila copia fiel de san Pablo. Padres y Doctores de la Iglesia Medievales: San Jerónimo; San Juan Crisóstomo; San Agustín; San Gregorio; San Bernardo; Tomás de Aquino, Duns Escoto y Gabriel Biel; San Buenaventura; Hugo de Balma; el franciscano Enrique Herp; Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo; Tomás Kempis.
3. Escritos e influencia de su predicación
Hombre de acción, evangelizador, «escritor fecundo», San Juan de Ávila fue ante todo un predicador que «no dejó de utilizar magistralmente su pluma para exponer sus enseñanzas». De hecho, su influencia y su memoria póstuma, hasta nuestros días, están íntimamente ligadas no sólo al testimonio de su persona y de su vida, sino también a sus escritos, tan diferentes entre sí».
– Audi, filia, es su obra principal. Lleno de bondad humana y religiosidad, es un clásico de la espiritualidad ascética y mística. Iniciada durante el proceso inquisitorial (1531-1533), su edición definitiva fue redactada por el Maestro de Ávila en los últimos años de su vida. Es un tratado sistemático sobre el amor de Dios por el hombre y nuestro camino espiritual hasta llegar a Dios.
– El epistolar, alrededor de 260 cartas casi siempre de dirección espiritual, destaca la grandeza del Maestro de Ávila. “La mayoría de las cartas están escritas para despertar la confianza en el amor de Dios en todos aquellos que se dirigen a él –a Juan de Ávila– buscando consejo y ayuda en el camino espiritual en las diversas circunstancias de la vida”.
– Sermones y conversaciones. Son verdaderos tratados sobre la vida espiritual. Los sermones abarcan todo el año litúrgico y las conversaciones son sermones destinados a sacerdotes, novicias y monjas.
– Comentarios bíblicos. Lo que queda son la Carta a los Gálatas y la Primera Carta de Juan, ambas de gran profundidad bíblica y con finalidad pastoral.
– El Catecismo o Doctrina Cristiana es una síntesis de los contenidos de la fe, expuestos con una pedagogía original y eficaz, para niños y adultos.
– El Tratado sobre el amor de Dios es un escrito sobre el amor de Dios por nosotros en la locura del amor de la cruz. Es un tesoro literario y místico.
– El Tratado sobre el sacerdocio recoge la doctrina bíblica y patrística sobre la vida y el ministerio sacerdotal.
– Los Tratados de Reforma son los escritos del Maestro de Ávila enviados al Concilio de Trento y a los Sínodos provinciales y se refieren a la renovación personal sacerdotal y a la reforma de la Iglesia.
– Otros pequeños escritos como el Abecedario, los Avisos, el Ecce homo, Oraciones diversas.
Su predicación produjo las famosas conversiones: de Juan Ciudad en 1937 quien luego fundó el hospital de la orden hospitalaria Fatebenefratelli y quien se convirtió en San Juan de Dios El noble Francisco de Borja quien luego se convirtió en santo y superior general de la Compañía de Jesús. mantuvo amistades con Santo Tomás de Villanova y San Pedro de Alcántara, y contactos epistolares con Giovanni di Ribera. Teresa de Jesús entrega en manos del Maestro de Ávila su autógrafo del Libro de la Vida que será aprobado y entregado al santo en 1568, un año antes de la muerte del santo doctor. También tuvo una relación amorosa con San Ignacio de Loyola.
A estos amigos que tenía en la tierra, Juan recomendaba cariño, devoción, amor hacia los amigos celestiales, la Santísima Virgen, los ángeles, los santos, «porque están tan llenos de gloria, con cuya gloria es honrado Dios nuestro Señor».
4. La angelología del Doctor Juan de Ávila
Toda la doctrina del santo doctor es teológica: Dios es el punto de referencia. Es Dios en su misterio y en su amor que Jesús nos reveló con el objetivo de que el hombre alcance su plenitud a través de su apertura al amor y en un camino de conversión.
Si no podemos hablar de su doctrina sistemática de los diversos temas teológicos y espirituales -no olvidemos que Juan es un predicador que habla del misterio de Cristo-, tampoco podemos encontrar una reflexión teológica y espiritual sistemática en el tratado sobre los ángeles, pero algunos puntos esenciales y varias cuestiones particulares sobre la creencia en los ángeles. Centramos la reflexión de su doctrina en los ángeles de sus obras y no en la de los demonios. Y entre sus escritos, es en sus Sermones, salvo raras excepciones, donde encontramos su enseñanza sobre las criaturas espirituales.
4.1. Los ángeles fueron creados para participar de la vida eterna.
Para Juan, los ángeles fueron creados para participar con Dios en la vida eterna. “La bondad suprema creó a los ángeles con la intención de que participaran en esta vida tan buena y tan amada. Fueron creados en la vida de la gracia; y a los que les agradecieron este don y lo usaron bien, perfeccionó esta vida dándoles la vida de gloria; ya que la gracia es el principio de la gloria; y los que la han perdido son arrojados al infierno, excluidos del bien, lejos de la vida bienaventurada, separados de la luz divina y condenados a las tinieblas exteriores”.
4.2. Los ángeles han sido probados: el pecado angelical
La causa de la caída de los ángeles fue que una parte de ellos quería «aferrarse a sí mismos y no a Dios, acercarse a sí mismos, ser señores de sí mismos y no estar sujetos a Dios». El pecado angelical para Juan de Ávila consiste en la envidia del hombre y el orgullo por su propia perfección. Estas son las palabras que Lucifer dirige a Dios: “Si Dios tiene que unirse con alguna criatura, ésta debe ser la mejor. Los ángeles son de naturaleza superior a los hombres y entre los ángeles yo soy el mejor. Si tiene que unirse con alguien es conmigo (…) ¿Pero cómo se unirá Dios con un hombre pecador y miserable y me dejará? ¿Debería adorar un trozo de barro? Sabía que esa santísima humanidad unida a Dios debía ser adorada por ángeles y serafines. Y el Señor lo arrojó del paraíso al abismo”.
4.3. Los ángeles son santos
Los ángeles son santos. Es su estado. “Sabemos bien – se dirige San Juan de Ávila a los ángeles – que estáis llenos de verdad y vaciados de todo amor propio desordenado y que gozáis de los bienes de los pobres y que no rehusáis servirlos y ponerlos por encima de vuestra cabeza, al amor de Aquel que es cabeza de los hombres y de los ángeles»
4.4. Los ángeles y Cristo.
Para San Juan de Ávila el amor del Padre hacia los hombres se manifiesta al entregarnos a su Hijo en la cruz. El misterio de Cristo para nuestra salvación es la clave de la vida y de la espiritualidad del santo doctor. Y para los ángeles, ¿quién es Cristo?: Él es
– “el Jefe de los ángeles”;
– Señor de los ángeles;
– la alegría de los ángeles”;
– “adorado por los ángeles”;
– “alabado por los ángeles”;
– “llorado por los ángeles por su muerte en el Gólgota”, que según Juan “tomó forma para venir al sepulcro de Jesús”;
– por ser Dios y en todo caso por el amor que Jesús mostró a los hombres “sean gracias los ángeles”;
– y por el pensamiento de lo que Cristo sufrió por nosotros “sean benditos de los ángeles”;
– y derramar a Cristo su sangre por nosotros “que los ángeles os bendigan”;
– y por la conversión de San Mateo Jesús “sean benditos por sus ángeles”;
– Efectivamente, San Juan de Ávila pide a Jesús que mande a sus ángeles “ser bendecidos por ellos” por el misterio de Su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía;
– “pan de ángeles”. En el cielo «los ángeles comen no sólo contemplando su divinidad sino también su sagrada humanidad», quedando «contentos y satisfechos»; antes comido sólo por los ángeles que miran la divinidad y humanidad de Cristo, ahora «los hombres lo comen con fe». Aquel que es contemplado por los ángeles en el cielo se convirtió en alimento para nosotros. Y la institución de la fiesta del Corpus Christi es «alegrar a los ángeles», que «sirven y acompañan a Nuestro Señor» en el Santísimo Sacramento.
4.5. Los coros angelicales
Por la Sagrada Escritura sabemos claramente que existen «órdenes» o «coros» entre los ángeles. Hay una diferencia entre ellos. San Juan de Ávila se refiere a algunos de los coros angelicales: a las potestades del cielo que tiemblan y “las dominaciones lo adoran”; a los “ángeles y arcángeles que Dios envía con mensajes en sus planes”; “a los ángeles y arcángeles, a los querubines y serafines” que acompañarán a Dios como juez cuando venga con la Cruz.
4.6. Los ángeles son enviados a los hombres.
Es maravilloso saber que hay comunión entre los ángeles en su diferencia de coros. Más maravilloso es saber el vínculo que tienen con los hombres. La carta a los Hebreos habla claramente de ello: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servir a los que han de heredar la salvación”? (Hb 1,14). Los ángeles nos comunican buenas inspiraciones. Hay ángeles enviados para castigar la tierra; ángeles instruyendo a los pastores de Belén; un arcángel lleva el anuncio a la virgen María.
4.7. Los ángeles y María
Para Juan de Ávila, María es modelo y madre en nuestra configuración con Cristo bajo la acción del Espíritu Santo. En su vida mortal, cuando visita a su prima Isabel, «los ángeles acompañan a María como a su Reina y Señora». Los mismos ángeles ruegan a Dios para que María sea elevada al cielo para poder ver a Dios y vivir con Él. Así María es «venerada por hombres y ángeles», hombres y ángeles que deben «admirarse ante ella» y doblar la rodilla ante ella porque «se humilló mucho de rodillas y en su corazón delante de Dios».
4.8. Los ángeles y los santos.
En todos sus escritos cita abundantemente referencias bíblicas. En algunos de ellos la presencia de ángeles recuerda encuentros personales entre hombres y santos del Antiguo Testamento. En este sentido afirma que «el patriarca Abraham se consideró indigno de hablar con un ángel», cuando recibe a los tres invitados que son tres ángeles, que indican la Santísima Trinidad. Incluso “el santo Moisés bajó el rostro y no pudo mirar la zarza, en la que había un ángel que representaba al Señor”. Cuando escribe sobre San Jerónimo nos dice en cierto momento que «tiene corazón de ángel, todo calla, sufre y todo lo oculta».
4.9. Los ángeles y los sacerdotes.
Para Juan de Ávila, el ministerio sacerdotal significa actuar en la persona de Cristo. Y en el apostolado sacerdotal tiene un lugar preferente el ministerio de la predicación. Para Juan se debe predicar la Palabra de Dios y de los santos. La predicación es función de los ángeles ya que los predicadores son mensajeros de Dios. “El predicador ahora también es un ángel en ejercicio. Ángel, significa mensajero, y los predicadores también son mensajeros, que vienen a hablar en nombre de Dios”.
Conclusión:
Como ya hemos informado anteriormente: Juan es un predicador que anuncia el misterio de Cristo y la santificación de la vida cristiana. El Doctor de Ávila no hace razonamientos intelectuales sino meditaciones, algunas muy interesantes, sobre los ángeles que aumentan nuestro amor a Cristo, la devoción a la Virgen y a los santos, la veneración de los ángeles, nuestra vocación cristiana a la visión beatífica. Por tanto, su reflexión espiritual sobre los ángeles sigue una línea cristológica, mariana, angelológica y antropológica. Que tu amor y devoción por los ángeles nos ayuden a crecer en comunión con nuestro santo guardián y a difundir la fe verdadera y auténtica sobre los ángeles.