San Gerardo de Csanád († 24 de septiembre de 1046)

Este santo obispo, nacido en el seno de la familia veneciana de Sagredo, fue monje y abad en San Giorgio Maggiore, en Venecia. Cuando intentó una peregrinación a Tierra Santa, no alcanzó a llegar sino a Zara, desde donde viajó en 1015 a Hungría. El santo rey Esteban I lo recibió como educador de su hijo Emerich; en 1023 se retiró al convento benedictino de Bakony‑Beel. En 1030, después de la victoria del ejército de Csanád sobre Ajtony de Marosvár, fue designado primer obispo de Csanád. San Gerardo organizó excelentemente su diócesis con la ayuda de los benedictinos; fue asesinado en un levantamiento pagano con lanzas y piedras en un monte cerca de Ofen que después sería llamado Monte de Gerardo.

La única obra literaria conservada de este santo obispo es un comentario sobre el himno de los tres jóvenes en el horno de fuego, Deliberatio supra hymnum trium puerorum,1 donde se ocupa básicamente del versículo “¡Ángeles del Señor, alabad al Señor!”, muy comprensible cuando se conoce lo que aconteció en su vida: En cierta ocasión, cuando se encontraba de visita en un convento, un brillo extraordinario llamó su atención.

 

Cuando se acercó para saber de dónde provenía esta luz, observó que salían unos monjes de la clausura. El obispo Gerardo entró al convento y fue penetrado por este esplendor; se encontró con un monje llamado Wolfram, ya débil por su edad, quien por más de sesenta años se había esforzado en celebrar dignamente el santo sacrificio en el altar consagrado al Señor y Salvador. De este monje brillaba ese esplendor tan extraordinario. Su rostro estaba ‑algo similar se dice de Moisés‑ como coronado por la plenitud de la luz. En la santa Misa que oficiaba aparecía tal cantidad de Ángeles y una gloria inexpresable de la majestad divina como Gerardo nunca antes había visto, aun cuando acostumbraba ver frecuentemente a los Ángeles y a los demonios. Agradeció a Dios esta visión, y a mí [el cronista] me contó que no podía haber en aquel convento un monje igual en méritos como aquel anciano (Wolfram).

Y añadió que no existía en todo el mundo ninguna Misa donde no estén presentes por lo menos dos Ángeles para asistir y servir a su Creador.2

 

Este relato de la vida del santo obispo Gerardo de Csanád muestra un “testimonio muy impresionante de la presencia de los santos Ángeles en el sacrificio de la Misa”.3

1 La obra fue editado de I. de Batt­hyany, S. Gerardi … scripta et acta, Albae Carolinae, 1790, pp. 1-297.

2 De las dos biografías de San Gerardo, la Legenda major sancti Ge­rardi episcopi, de la primera mitad del siglo XII, y la Legenda minor sancti Gerardi episcopi, existe una edición crítica, que redactó E. Madzsar, en Scriptores Rerum Hungaricarum tempore ducum, regumque stirpis Ar­padianae gestarum, vol. II, Budapest, 1938, pp. 480-506 y 471-479.

3 H. Kühn, Das Reich des lebendi­gen Lichtes, Berlín, 1947, p. 272.