San Lorenzo de Siponto († 7 de febrero de 565)
En la Vita de san Lorenzo de Siponto -escrita en los siglos IX o X‑, consagrado obispo por el Papa Gelasio (492‑496), se relata que en el tiempo de su ministerio ocurrió en las montañas de Gárgano, en la costa oriental de Acapulia (sur de Italia), una aparición del Arcángel Miguel.1
Desde tiempos antiguos, un santuario consagrado a los santos Ángeles embellecía la sierra de Gárgano; los habitantes de la ciudad de Siponto, situada al pie de las montañas, cultivaban con entusiasmo un gran fervor y veneración por el Arcángel Miguel. Según cuenta la tradición,2 en cierta ocasión se había perdido en las rocas un toro que pertenecía a un hombre llamado Gárgano. El dueño buscó al animal y, cuando lo encontró, ante la imposibilidad de liberarlo de donde se hallaba, intentó lancearlo para matarlo; sin embargo, el arma se regresó, atravesando al hombre. Este acontecimiento causó lógicamente una gran sensación entre la población. El obispo Lorenzo pidió a Dios una explicación de este enigmático suceso. Por la noche se le apareció el Arcángel Miguel y le comunicó que él mismo había ordenado al arma dirigirse contra su dueño: “Porque yo soy Miguel, el Arcángel que siempre está ante la faz del Señor. Este juicio de Dios debe mostrar que aquel lugar está habitado por mí en la tierra; quiero mantenerlo puro. Todo lo que acontece en él está bajo mi vigilancia y protección.” Poco tiempo después, la ciudad de Siponto ‑como se narra en la Vita de san Lorenzo‑ fue sitiada por los napolitanos, contra quienes se libró una gran batalla al pie de la sierra. En el momento de la lucha, la cima del monte Gárgano se cubrió de densas nubes, la luz del sol desapareció por completo, un gran terremoto hizo temblar el suelo de roca, mientras a la luz deslumbrante de los rayos que caían pudo distinguirse en el pico de la montaña la silueta brillante de un Ángel maravilloso. Los napolitanos huyeron, pero seiscientos fueron tocados por los rayos y quemados hasta ser irreconocibles, cubriendo sus cadáveres el campo de batalla. Al día siguiente, los habitantes de Siponto subieron en procesión a la montaña y encontraron en el lugar de la aparición una huella fuertemente impresa en las piedras; no lejos de ahí, la roca estaba levantada en sillares gigantescos, formando una catedral de roca natural.
En otra aparición posterior, el Arcángel Miguel ordenó al obispo Lorenzo erigir en ese lugar, consagrado por el propio Arcángel, un santuario de adoración perpetua. Este es el origen del santuario del Monte Gárgano, consagrado a san Miguel.
Por tercera vez se apareció el santo Arcángel a Lorenzo de Siponto, cuando con otros dos obispos se dirigía al santuario para consagrarlo solemnemente; san Miguel le manifestó que la consagración ya se había realizado. Así cuenta la leyenda y aparece en diferentes Martirologios de la Edad Media. Estos acontecimientos debieron de haber sucedido aproximadamente entre los años 492 y 494.3
De san Lorenzo se afirma en su Vita que fue dotado con el don de la profecía y que predecía sucesos bélicos. Vivió hasta el tiempo de Justino [† 527] y Justiniano († 565), y mantuvo un encuentro con el rey Totila († 522), de quien consiguió que Siponto fuera salvada de la destrucción.
El 8 de mayo del año 663, los langobardos, que habían establecido en el siglo VI el ducado de Benevent, vencieron a los sarracenos, por quienes habían sido invadidos; esta victoria se atribuyó a la intercesión de san Miguel;4 tal vez ésta sea la razón por la que se instauró la fiesta de la aparición del Arcángel Miguel en la liturgia latina ‑hasta la reforma litúrgica de 1969‑ el 8 de mayo. En la lectura del breviario de la segunda nocturna de esta “Fiesta duplex majus de la aparición del santo Arcángel Miguel” se leía:
La Sagrada Escritura asegura, y la tradición de los padres confirma, que el Arcángel Miguel se apareció en diferentes ocasiones a los hombres. Por eso se celebra en muchos lugares la conmemoración de estas apariciones. Al igual que anteriormente la sinagoga judía, la Iglesia de Dios lo venera en la actualidad como su protector y patrono.
Bajo el pontificado de Gelasio I tuvo lugar en Apulia, en el pico del monte Gárgano, a cuyo pie se encuentra Manfredonia, una aparición del Arcángel Miguel. Aconteció que un toro de un pastor se desvió del rebaño en el Gárgano; después de buscarlo por mucho tiempo lo encontraron; se había enredado en la entrada de una cueva. Uno le tiró una flecha para matarlo, pero la flecha regresó y mató al tirador. Todos los presentes se aterrorizaron y nadie osó acercarse a esta cueva. La gente se dirigió a su obispo, quien les respondió que debía pedir a Dios una explicación y ordenó ayuno y oración por tres días. Transcurridos estos tres días, el Arcángel Miguel reveló al obispo que ese lugar estaba bajo su protección y que con esa señal quería indicar que allí se debía erigir un templo en memoria suya y de todos los Ángeles. Entonces, el obispo fue con todo el pueblo hacia la cueva. Vieron que se asemejaba a un templo y la consagraron como un lugar para el culto. En seguida, el santuario fue glorificado por muchos milagros.
El santo Arcángel Miguel se apareció de nuevo el año 1656 al obispo de aquel entonces, prometiéndole que los fieles serían preservados de la peste si llevaban consigo piedrecitas de la cripta del santuario de Monte Gárgano; el propio Papa Alejandro VII pidió para sí algunas de estas piedras. La liberación de la peste es recordada en la entrada del santuario por una lápida de mármol del año 1658.5 Hasta el día de hoy, numerosos peregrinos provenientes de todo el mundo veneran al Arcángel Miguel en el Monte Gárgano.
