San Vandregisilo († 27 de julio de 668)

Vandregisilo nació cerca del año 600 en Verdún (norte de Francia), en el seno de una familia noble, probablemente emparentado con la casa real Merovingia; recibió en la corte una buena formación, llegó a convertirse bajo el reinado de Dagoberto I en el Comes palatii, con el más alto grado de funcionario.

Atendiendo al deseo de sus padres se casó con una muchacha piadosa; poco después, con el consentimiento de su esposa, se retiró como monje al convento de Montfaucon, al noreste de Verdún. Buscando un tipo de vida más severo peregrinó como eremita a Suiza y residió en Ursitz, en el cantón de Basel. Por un periodo prolongado vivió también en el convento Bobbio, al sureste de Piacenza (norte de Italia), donde encontró a Jonás,1 quien más tarde sería su biógrafo. De Bobbio se dirigió a Roma, visitando en el camino todos los monasterios que vivían según la regla de san Benito. Finalmente regresó a Suiza y se estableció, cerca del año 636, en Romainmoutier, en la región del Jura. Su espíritu inquieto lo obligó a cambiar nuevamente su residencia a Rouen, en la parte occidental de Francia, donde recibió del santo obispo Audoin la ordenación como subdiácono y diácono.

Tras haber sido ordenado sacerdote por san Audomar, el 1o. de marzo de 649 colocó la primera piedra del monasterio Fontanelle, más tarde llamado Saint Wandrille (Vandregisilo), que dirigiría como abad a partir de entonces y hasta el día de su muerte, el 27 de julio del año 668.

A este santo y ejemplar abad benedictino se le concedieron varias apariciones de Ángeles, como se acentúa en su biografía. Así, en una ocasión, por la noche, cuando Vandregisilo se encontraba en insistente oración suplicando un espíritu recto para su comunidad de monjes, apareció de pie ante él un Ángel, rodeado por un esplendor inmenso que llenaba su celda con un brillo admirable y una fragancia muy agradable. Y el Ángel habló a Vandregisilo:

¡Siervo de Jesucristo, que muestras una disposición excepcionalmente grande en el temor de Dios, la paz esté contigo! Tú eres grande ante los ojos de Dios y grandes son las obras que practicas continuamente. ¡Persevera en esa actitud hasta el final de tu vida! ¡El Señor Jesucristo te prepara una corona gloriosa y la feliz gloria del paraíso!2

Relata su biógrafo que en la hora de la muerte de san Vandregisilo se escuchó una música admirable. El monje que se encontraba de guarda ante la cama del santo abad pensó al principio que eran los cantos del coro en la iglesia de la abadía que se oían hasta la celda del abad. No obstante, cuando reflexionó y reconoció que eso era imposible llamó a los otros monjes del convento, quienes se reunieron alrededor de la cama de su padre e igualmente escucharon los cantos celestiales.3 De tal modo fueron los Ángeles a buscar al santo Vandregisilo para recibirlo en su comunidad celestial, cobrando vida de nuevo esta verdad -como sucede tan frecuentemente en la muerte de los santos y propiamente en la de todos los cristianos que mueren en gracia de Dios‑ que reza la Iglesia en la liturgia de los difuntos: “In paradisum deducant te Ángeli” (“Al paraíso te lleven los Ángeles”).