Orden de la Santa Cruz

Estamos reunidos alrededor de Jesucristo,
el Señor Crucificado y Eucarístico

nuestro carisma

Según el modelo de los santos Ángeles y de los Apóstoles queremos amar, honrar y servir a Dios. Llevamos una vida comunitaria en castidad, pobreza y obediencia, conforme las Constituciones.

Veneramos la Santa Cruz y aspiramos a la perfecta conformación con el Señor Crucificado (cf. Fl 3,10). En comunión con los Ángeles y Santos dedicamos nuestra vida, especialmente en la liturgia solemne, a la adoración a Dios Uno y Trino y a la expiación por la salvación de las almas.

Vemos nuestro apostolado en el servicio a la salvación de las almas, especialmente de los sacerdotes y consagrados, en la administración de los sacramentos y en el anuncio de la Palabra de Dios.

 

sobre la vida en la Orden e historia

Historia de la Orden de los Canónigos de la Santa Cruz

HISTORIA DE LA ORDEN DE LA SANTA CRUZ

FUNDACIÓN

El inicio de la Orden de la Santa Cruz se da con la fundación del Monasterio de la Santa Cruz de Coímbra, Portugal, en los años 1131-1132. Esta comunidad nació del esfuerzo conjunto de algunos clérigos de la sede local: el Archidiácono D. Telo y los Canónigos D. Juan Peculiar y D. Teotónio. Les animaba el deseo de renovación del Cabildo. Sin embargo, no siendo posible hacerla en su interior, optaron por fundar un monasterium, donde se concretizase el ideal de la vita apostolica del clero, en el ámbito de la reforma gregoriana (reforma interna de la Iglesia promovida por el Papa Gregorio VII), que Telo y Teotónio habían observado en sus viajes a Tierra Santa y por el Sur de Francia. Conocedor de este proyecto, el futuro primer Rey de Portugal, D. Alfonso Henriques, recién instalado en Coímbra, quiso colaborar con ellos ofreciéndoles el terreno de los Baños Reales para que edificasen su iglesia y su monasterio. Estaba fuera de las murallas de la ciudad, en un lugar con abundancia de agua y ya densamente poblado y con gran circulación, al borde del camino que unía el norte con el sur del país. Había en el lugar una vieja ermita dedicada a la Santa Cruz, nombre que adoptaron para su nueva fundación.

La construcción se inició el 28 de Junio de 1131 y la vida comunitaria fue inaugurada el 24 de Febrero de 1132. Una vieja tradición dice que fueron 12 los primeros miembros, escogidos entre el clero. Además de seguir la Regla de San Agustín, escogieron también las Constituciones y Usos de los Canónigos Regulares de San Rufo de Aviñón, Francia, redactadas al principio de ese siglo por el Abad Letberto y caracterizadas por su tono moderado en las exigencias y prácticas de la disciplina. Eligieron como primer Prior a D. Teotónio. Componían esta comunidad canónigos y conversos, al lado de la cual, poco después, en un anexo, se estableció una comunidad femenina de canónigas, de número más reducido, bajo la supervisión del mismo prior.

El pequeño grupo inicial fue creciendo rápidamente, no sin algunas dificultades promovidas sobre todo por los canónigos de la sede y por su obispo, que no aceptaron bien esta disidencia desafiante y que atraía tantas atenciones. Fue para superar estos primeros obstáculos por lo que D. Telo se dirigió a la corte papal, entonces situada en Pisa, para pedir la protección de la Santa Sede y la exención canónica, a fin de que el nuevo Instituto no fuese molestado o aniquilado.

El 26 de Mayo de 1135, consiguió obtener de Inocencio II un breve con aquellos privilegios. Cuando D. Telo falleció (en 1136), ya se habían establecido los fundamentos y garantizado el apoyo continuado de D. Alfonso Henriques que, en 1139, se convertía en el Rey de Portugal. Al Monasterio de Santa Cruz, que frecuentemente visitaba y del cual, igualmente, se reivindicaba fundador, va concediendo innumerables privilegios, exenciones y beneficios: dotándolo de muchos bienes materiales y hace de él su más importante centro de apoyo diplomático e intelectual en la consolidación de la independencia del país y en la construcción del Estado. Busca ahí algunos de sus mejores colaboradores, como D. Juan Peculiar, su enviado a la corte papal siete veces, y a quien hará Obispo de Porto (1136-1138) y Arzobispo de Braga (1138-1175), o el Prior D. Teotónio, su consejero espiritual. En él escoge su sepultura y la de toda su familia, mostrando así la canónica regular conimbriguense como la institución religiosa de su predilección.

RESTAURACIÓN

La extinción canónica de 1834 no se consumó eclesiásticamente, pues el Papa Gregorio XVI, el 24 de Agosto de 1836, en un Ex audientia Sanctissimi, salvaguardó la existencia del Instituto. Los tiempos eran precarios y los canónigos regulares sobrevivían como podían. D. Joaquín de la Buena Muerte Alves de Moura (11.01.1811-22.04.1903) fue el último de ellos en desaparecer, habiendo ganado fama de santidad. Vivió durante 30 años en San Emiliano, en Póvoa do Lanhoso, Portugal, localidad que le acogió hasta el día de su muerte.

Cerca de medio siglo después, en Abril de 1949, de manos de una madre de familia, la señora Gabriela Bitterlich (Viena, Austria, 01.11.1896-Silz, 04.04.1978), nacía un movimiento espiritual apellidado Obra de los Santos Ángeles – Opus Angelorum. Pasados 12 años, en Abril de 1961, surgía en la misma ciudad de Innsbruck (Austria) la Cofradía de los Santos Ángeles de la Guarda. Ambas asociaciones tuvieron el incondicional apoyo y la aprobación del Obispo Diocesano, D. Paulus Rusch.

En los años 70, surgieron los primeros interesados en integrar el sacerdocio, orientados por la espiritualidad de la Obra de los Santos Ángeles y, en Marzo de 1974, para ese fin, se instituía una casa de la Orden en Brasil, en Curitiba. En Abril del mismo año, era erigida la Pía Unión de los Hermanos de la Santa Cruz. Era intención de esa Pía Unión la creación de un instituto religioso de aprobación canónica, que integrase la Obra de los Santos Ángeles. Esa posibilidad se concretizó en el año 1976. Se presentaron, por la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, dos hipótesis: o se restauraba una Orden ya extinta o se reanimaba una Orden antigua en vías de extinción. La elección recayó sobre la primera hipótesis y el Instituto escogido era de Portugal, la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz de Coímbra.

Con el apoyo del Obispo de Leiria, D. Alberto Cosme do Amaral, el pedido de restauración siguió para la Santa Sede el día 24 de Octubre de 1976. Tras el Decreto provisional de 8 de Julio de 1977, por el Decreto Perantiquus Ordo, se restauraba la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz el día 29 de Mayo de 1979.

En estrecha relación con el período de la restauración, estuvo el Obispo emérito de Leiria-Fátima, D. João Pereira Venâncio (08.02.1904-02.08.1985). D. João Pereira Venâncio perteneció a la Orden restaurada durante muchos años y hasta el final de su vida, habiendo sido el primer Prior General de la Orden restaurada (1980-1984).

Actualmente, la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz está presente en Europa (Alemania, Austria, Holanda, Italia, Portugal y Suiza), en América (Brasil, Estados Unidos, Colombia y México) y en Asia (Filipinas e India). Al lado de los sacerdotes, los Hermanos religiosos tienen un lugar importante en la vida y en la misión de la Orden, sirviendo en los Monasterios y en el apostolado. Asociada a la Orden se mantuvo la Obra de los Santos Ángeles y, actualmente, la Orden de la Santa Cruz cuenta también con la agregación del Instituto religioso femenino “Hermanas de la Santa Cruz” y del Instituto secular femenino “Auxiliares Misioneras de la Santa Cruz”, aparte de diversas asociaciones de fieles, de sacerdotes y de laicos.

Espiritualidad: cuatro direcciones fundamentales

CARISMA DE LA ORDEN DE LA SANTA CRUZ

Por la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia los Hermanos de la Santa Cruz procuran dar una respuesta integral al amor de Dios que nos fue revelado en Cristo crucificado.

La Orden se empeña de modo particular en: adorar a Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo, participando en el amor de Cristo con el cual Él glorificó al Padre en nombre de todas las criaturas, contemplar la Palabra y la Obra salvífica de Dios, para aprender la eminente ciencia de Jesucristo y de Su amor crucificado, seguir a Jesús en el camino de la Cruz con espíritu de expiación, completando lo que falta a las tribulaciones de Cristo por Su Cuerpo que es la Iglesia, testimoniar y proclamar a Jesucristo, único Salvador del mundo, poder de Dios y sabiduría de Dios, a través de la misión.

Estas cuatro dimensiones del misterio de nuestra salvación – adoración, contemplación, expiación y misión – expresan el carisma de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz en su servicio a Dios y al prójimo, vivido en comunión con los santos Ángeles. El blasón de la Orden presenta dos Ángeles adorando la Cruz de nuestro Señor, teniendo ésta en el centro un círculo que representa la Santísima Eucaristía. A los pies de la Cruz se encuentra una “M”, simbolizando a María. Este blasón resume concisamente el contenido de nuestra espiritualidad.

Adoración

La adoración a Dios encuentra su más elevada expresión en la celebración de la sagrada Liturgia. Los Hermanos de la Santa Cruz se dedican a la celebración comunitaria y solemne de la Liturgia, en la cual todo lo que es humano está dirigido y subordinado a lo que es divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y el presente a la ciudad futura que buscamos.

Con toda la milicia del ejército celestial entonamos un himno de gloria al Señor y, venerando la memoria de los Santos, esperamos hacer parte de su sociedad, suspiramos por el Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que Él, nuestra vida, Se manifieste, y nosotros aparezcamos con Él en la gloria.

La celebración diaria del Sacrificio Eucarístico constituye el centro de la vida de los Hermanos de la Santa Cruz. Además de la Santa Misa, los Hermanos se unen a los Santos y a los Ángeles del cielo por el canto comunitario de la Liturgia de las Horas. La adoración eucarística hace parte integral de la vida cuotidiana de la Orden. En cada Monasterio el Santísimo Sacramento está expuesto para la adoración y, donde sea posible, se realiza la adoración perpetua.

Contemplación

Siguiendo el ejemplo de María Santísima, que continuamente meditaba las palabras de Cristo en su corazón, los Hermanos de la Santa Cruz se dedican a la contemplación, bebiendo de las fuentes auténticas de la espiritualidad cristiana. Ellos se esfuerzan en imitar a los Santos y a los Ángeles con una vida de recogimiento, con simplicidad y pureza de corazón, con humildad y silencio, en busca de una vida de mayor unión con Dios. Se dice del fundador, D. Telo, que, después de haber recibido la Santísima Eucaristía, permaneció horas en la meditación de la Pasión del Señor.

La contemplación de las cosas divinas y la unión con Dios por la oración asidua es el primer deber de cada religioso. Mediante la vivencia y la abundancia de los momentos de silencio y de oración, cultiva y profundiza su relación existencial con la persona viva del Señor Jesús. La lectura espiritual hace parte del necesario “pan de cada día”. Los sacerdotes, así como los demás miembros de la comunidad, se dedican al estudio de la Sagrada Teología en fidelidad al Magisterio de la Iglesia.

Expiación

El Verbo Se hizo carne para salvarnos reconciliándonos con Dios. Fue Él quien nos amó y nos envió a Su Hijo como Víctima de expiación por nuestros pecados. Si Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros y dar la vida por nuestros hermanos, llevando los fardos unos de los otros.

Nuestra participación en el amor redentor de Cristo se nutre con la celebración diaria del Sacrificio Eucarístico. Para que la oblación con que, en este Sacrificio, los fieles ofrecen al Padre celeste la víctima Divina, tenga su pleno efecto, se requiere además otra cosa: es necesario que ellos se inmolen a sí mismos como víctimas. Es precisamente en la Santa Misa donde deseamos aprender el sentido de la caridad perfecta, con espíritu de reparación.

Con este mismo espíritu, los Hermanos de la Santa Cruz acompañan al Señor con oración y amor durante las horas de Su Pasión, el jueves por la noche y el viernes por la tarde (Passio Domini). La comunidad entera se reúne entonces para una Hora Santa, rezando por la santificación de los sacerdotes y por las necesidades de la Iglesia, en reparación por los pecados.

Misión

Los Hermanos de la Santa Cruz, buscando por encima de todo y únicamente a Dios, procuran conciliar la contemplación con el amor apostólico para dilatar el Reino de Cristo. Ellos se esfuerzan por conservar el espíritu misionero propio de la Orden, adaptándose a las condiciones hodiernas, para que la predicación del Evangelio entre todos los pueblos se realice de manera más eficiente.

Desde los primeros tiempos en Portugal, los Canónigos Regulares de la Santa Cruz intentaron la reforma del clero, se empeñaron en la sólida preparación y formación de los sacerdotes así como en la evangelización de todo el pueblo de Dios. Esta finalidad continua siendo realizada hoy mediante la formación de candidatos al sacerdocio, la asistencia espiritual a sacerdotes y religiosos, la predicación de retiros, la pastoral ordinaria de las parroquias y la actividad misionera. De modo particular, la Orden promueve el movimiento espiritual “Obra de los Santos Ángeles”.

 

La Passio Domini

La hora de la muerte del Señor en la Cruz, sellada con la Preciosísima Sangre de Su Corazón es el legado más sagrado de la Orden. Esta hora decisiva es tenida en gran estima en la Orden y venerada en la memoria semanal de la Passio Domini.

Como Passio Domini entendemos el tiempo de la santísima pasión redentora, especialmente la memoria del sufrimiento en el Monte de los Olivos, cada jueves por la noche, así como del sufrimiento y de la muerte de Jesús en la Cruz, cada viernes por la tarde.

Cada jueves por la noche se realiza una hora santa comunitaria delante del Santísimo Sacramento, solemnemente expuesto, en la cual participan todos los Hermanos de la Orden. De esta forma, ellos asumen como el papel del Ángel que confortó a Jesús en el Monte de los Olivos. El viernes, las horas de la Cruz, en las cuales nuestro Señor Jesucristo consumó la obra de la Redención, son consideradas como tiempo sagrado y observadas como tiempo de silencio y de oración (adoración), de contemplación y de intercesión.

Durante este tiempo, los Hermanos se reúnen delante del Santísimo Sacramento, solemnemente expuesto para una celebración comunitaria, conmemorando la Pasión y Muerte de Cristo. Especialmente en este tiempo la comunidad entera se reúne para rezar por la santificación de los sacerdotes y por las necesidades de la Iglesia, en reparación por los pecados.

Los santos Ángeles

LA MISIÓN DE LOS SANTOS ÁNGELES AL SERVICIO DE CRISTO Y DE SU IGLESIA

“De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo Encarnado está rodeada por la adoración y servicio de los Ángeles” (Catecismo de la Iglesia Católica, 333), mensajeros en el cumplimiento de la misión de salvación de Dios. De su misteriosa y poderosa ayuda hasta la segunda venida de Cristo se beneficia toda la vida de la Santa Iglesia.

Su protección e intercesión rodean la vida de cada hombre, que se muestra como una batalla entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Así, Dios envía a Sus Ángeles para que vengan en auxilio de los hombres, de modo especial el Ángel de la Guarda.

IMPORTANCIA DE LA AYUDA ANGÉLICA

Tan importante se muestra la ayuda de los santos Ángeles para el Pueblo de Dios, que en el Éxodo el Señor dejó depender la entrada de Israel en Tierra Santa de su atenta colaboración con el Ángel, diciendo: “He aquí que envío un Ángel delante de ti para que te proteja en el camino, y te introduzca en el lugar que te preparé. … Si obedeces fielmente su voz, y haces todo lo que te diré, yo seré el enemigo de tu enemigo, el adversario de tus adversarios, porque Mi Ángel caminará delante de ti y te introducirá en el país” (Ex 23,20.22-23).

Incluso en nuestros días la colaboración con los Ángeles es importante. El Papa León XIII, con sabia previsión, imploró esta ayuda en la oración a San Miguel Arcángel, “príncipe de los ejércitos celestiales”; la urgencia de su ayuda fue enseguida reiterada por el Papa Juan Pablo II, en vista de los desafíos de nuestros tiempos.

Los Ángeles “co-siervos” de aquellos que “tienen el testimonio de Jesús” (Ap 19,10), ayudan a los hombres a perseverar en las pruebas espirituales, en la fe en nuestro Señor Jesucristo, en el amor de Dios, en la claridad de espíritu y en el discernimiento espiritual, a reconocer al autor de todo mal y en saber resistir a sus insidias.

 

VIDA EN EL MONASTERIO

El día a día de cada casa de la Orden se rige por la presencia de los mismos momentos característicos del carisma de la Orden: vida espiritual, liturgia solemne, vida comunitaria y trabajo.

En la presencia de Dios Uno y Trino y en comunión con los santos Ángeles, el día de un Hermano de la Santa Cruz comienza con la oración comunitaria de la Liturgia de las Horas. A lo largo del día rezamos en comunidad las cinco horas canónicas: Oficio de lectura, Laudes, Hora intermedia, Vísperas y Completas. Después de la meditación y contemplación personal de la Palabra de Dios, la comunidad se reúne para la celebración de la santa misa solemne conventual.

En los demás momentos del día, cada Hermano se dedica al trabajo que le fue confiado: en el estudio, en la pastoral de la Obra de los Santos Ángeles, en la elaboración y preparación de retiros y conferencias, en el acompañamiento espiritual, en la pastoral ordinaria o en los diversos servicios necesarios para el buen funcionamiento de la comunidad, desde la administración a la manutención de la casa, del jardín o de la huerta. El trabajo realizado sirve no sólo para el sustento y manutención de la comunidad, sino también es una forma de continuar la obra de la creación, imitando al Creador, además, pertenece de manera esencial al seguimiento de Cristo y de los Apóstoles, que también trabajaron con sus propias manos.

Durante el día, en cada casa de la Orden, el Santísimo Sacramento está solemnemente expuesto y cada Hermano dedica una hora a la adoración eucarística. Cada día se imparte una bendición eucarística solemne.

Al final del día, la comunidad se junta para un momento de distensión y recreo. La meditación comunitaria de la Palabra de Dios, el rezo del rosario y la oración de Completas concluyen el día a día del Hermano de la Santa Cruz.

Además del ritmo diario de la comunidad, semanalmente realizamos el pio ejercicio de la Passio Domini (Pasión del Señor). Este es el tiempo de la santísima Pasión redentora de Cristo, especialmente la memoria del sufrimiento en el Monte de los Olivos, todo jueves por la noche, así como del sufrimiento y de la muerte de Jesús en la cruz, todo viernes por la tarde. Con íntima participación y amor, los Hermanos se unen en este tiempo, durante el cual están libres de otras obligaciones, a la pasión y muerte de Jesús. Cada viernes del año es observado, en la Orden, como día de ayuno y abstinencia.

Además del retiro anual de cinco días, cada comunidad de la Orden realiza un retiro de adoración en silencio y recogimiento durante el triduo pascual, donde la Iglesia celebra el ápice de todo el año litúrgico y la Orden encuentra su origen.

Periódicamente, en comunidad, realizamos algunos paseos por la naturaleza. Estos tiempos libres sirven para la relajación, y para el fortalecimiento de la salud de espíritu y cuerpo. 

PARA LA GLORIA DE DIOS Y LA SALVACIÓN DE LA HUMANIDAD

En respuesta a los signos de los tiempos, para integrar la ayuda de los santos Ángeles en las batallas espirituales que se manifiestan en el ateísmo y en la secularización, con la disminución de la fe hasta la “apostasía silenciosa”, en la pérdida de la consciencia de pecado, en la transgresión de la ley de Dios en muchas esferas de la vida, nació la Obra de los Santos Ángeles, movimiento eclesiástico de fieles en el seno de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, ligada a la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz y dirigida por ella.

La Obra de los Santos Ángeles está concebida como una comunidad de fieles unidos a los santos Ángeles bajo el manto protector de María, Reina del Universo y Madre de todos los hombres. Se esfuerza en una cooperación estrecha entre los Ángeles ya unidos a Dios y los hombres redimidos, buscando con ahínco la plena comunión con Dios. Su objetivo es un conocimiento más profundo de Dios y un mayor amor a Él. Aspira a la glorificación de Dios de un modo más pleno y a la edificación y consolidación del reino de Dios en la Tierra. Miembro de la Obra de los Santos Ángeles es todo católico bautizado y confirmado que, después de un debido tiempo de preparación, hace la consagración al santo Ángel de la Guarda. Aquellos miembros que quieren empeñarse más en los fines espirituales del movimiento hacen la consagración a los Santos Ángeles.

Vida consagrada según los votos eclesiásticos

Pobreza

Castidad

Obediencia