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La veneración a los santos Ángeles
CARTA CIRCULAR 1997 / 2
De la teoría a la práctica
Los fines principales de la Vida Espiritual
La primera finalidad de toda piedad cristiana y, por lo tanto, también la de una veneración auténtica a los santos Ángeles, es el crecimiento en el amor, para que amemos a Dios con un corazón puro, busquemos Su honra y vivamos en perfecta armonía con Su santa voluntad. De esta manera nos asemejamos a los santos Ángeles y podemos compartir su alabanza: Bendecid al Señor, todos sus Ángeles, sus héroes poderosos… (Sal 103, 20-21).
La segunda finalidad de la veneración a los santos Ángeles, es el aumento correspondiente del amor al prójimo. El amor al prójimo (aquí están también incluidos los santos Ángeles) no disminuirá o perjudicará nuestro crecimiento en el amor a DIOS, porque por DIOS amamos a nuestro prójimo.
Estas dos finalidades se relacionan perfectamente con la misión de los santos Ángeles, quienes nada desean más ardientemente, que guiarnos a Dios, hacia su Divino Corazón, que será entonces el lugar que Él nos preparó (cfr Ex 23,20). Porque Jesucristo es el camino hacia el corazón del PADRE (cfr Jn 14,1ss), por eso, los santos Ángeles se empeñan arduamente en preparar el camino para la venida de CRISTO a nuestras almas. Como Juan Bautista, también ellos se alegran de escuchar su voz y desean, que Él crezca, en cuanto ellos alegremente le están disponibles como siervos suyos, lo que también está indicado en el catecismo: CRISTO es el centro del mundo de los Ángeles. Los ha hecho mensajeros de su designio de salvación (CIC 331).
¡Qué importante es entender esta característica fundamental de la vida espiritual! Es necesario, que conozcamos bien a nuestros ‘con-siervos’, los santos Ángeles, para poder co-actuar mejor con ellos; pero es igualmente importante, que aprendamos, cómo debemos colaborar con ellos en la oscuridad de la fe, ya que ellos, en general, actúan invisiblemente. Aún así, son realmente nuestros ‘con-siervos’. Tenemos un mismo Señor, una misma misión y un mismo destino. Esta unión repercute en la misma liturgia común, la cual une a toda Iglesia, y sobre la cual está escrito en el catecismo: En su liturgia, la Iglesia se une a los Ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia… Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los Ángeles y de los hombres, unidos en Dios. (CIC 335,336).
Cuando la vida espiritual se enfría
Los principiantes en la vida espiritual recurren con gusto a cada libro que cae en sus manos, sea sobre la vida espiritual o sea sobre los santos Ángeles; invocan a los Ángeles para todos los auxilios y servicios posibles. Estas actividades espirituales exteriores, sin embargo, no pueden dar una alegría permanente, porque la alegría verdadera viene solamente de la unión íntima con DIOS. Por esta razón, después de un celo inicial, el entusiasmo de muchos comienza a disminuir. La imperfección del amor a sí mismo, que también mancha su amor y su servicio a DIOS, no solamente son causa de tristeza y confusión que agobian a estas almas. También la falta de experiencia e ignorancia en la vida espiritual son determinantes aquí.
¡Cualquier novedad tiene siempre su sensación especial! Pero en breve, cuando la novedad perdió su encanto, una vez que han pasado las consolaciones iniciales, los fieles tienen que saber, cómo pueden hacer progresos en la monotonía del día a día en la vida espiritual. Luego viene el momento, cuando las almas deben abstenerse de la leche espiritual y necesitan tomar un alimento más sólido. Les di a beber leche y no alimento sólido, pues no podían digerirlo, y todavía no pueden hacerlo ahora. Ni aun ahora lo soportáis, declara san Pablo (1 Cor 3,2). Y el autor de la carta a los Hebreos escribe: Pues todo el que se nutre de leche, desconoce la doctrina de la justicia, porque es niño (Hb 5,13).
Si las almas no están dispuestas a abstenerse de la leche de la minoría de edad espiritual, no llegarán a la perfección, ni podrán cultivar un contacto fructuoso con los santos Ángeles. Y ya que esta abstinencia es dolorosa, los fieles deben ser animados y movidos: La caridad es, por lo tanto, cumplir la ley en su plenitud. Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque ya es hora de levantarse del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro (Rm 13,10-13).
A continuación queremos recorrer el ABC de la vida espiritual, para que demos a nuestro esfuerzo una finalidad y orientación, perseveremos aún en la oscuridad y así podamos llegar a la unión con DIOS y a una amistad íntima con los santos Ángeles. Éste será el inicio de una serie de Cartas Circulares sobre los fundamentos de la vida espiritual, que nos enseñarán, como podemos crecer de la mano de los santos Ángeles.
I. ¡Es posible un trato familiar con DIOS!
Nuestra primera lección se compone de tres consideraciones simples. Aún, siendo de importancia fundamental para la vida espiritual, muchas veces son olvidados o ignorados. El primer punto es el siguiente:
La Amistad y la Unificación con DIOS es posible para todos. ‘El PADRE nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos’ (cfr Col 1,12). La condición fundamental es la gracia santificante, por la cual hemos sido transformados en templos vivos de DIOS, en los cuales inhabita la santísima Trinidad gozosamente. La inhabitación mutua es la característica esencial para una amistad amorosa. El afecto amoroso de DIOS hacia nosotros no puede ser mayor de lo que es; existe desde toda la eternidad. DIOS nos amó primero y se inclinó hacia nosotros: Nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (Ef 1,4). Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores (Rm 5,8).
El amor de DIOS es como el sol brillante del mediodía. DIOS ha hecho brillar una luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de DIOS que está en el rostro de CRISTO (2 Cor 4,6), Quien es la verdadera luz que ilumina a todo hombre y que vino a este mundo (cfr Jn 1,9). El profeta nos asegura: El Señor será tu luz eterna y tu Dios será tu gloria (Is 60,19). San Pablo declara: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. (Ef 5,8).
La luz divina de la gracia viene principalmente a través de los santos Ángeles, que DIOS hizo como llamas de fuego (cfr Hb 1,7; Sal 104,4). Así, el Ángel del Señor apareció a Moisés en una zarza ardiente (Ex 3,2). En el Nuevo Testamento encontramos a un Ángel, que baja del cielo con gran poder y la tierra queda iluminada con su resplandor (Ap 18,1; cfr 10,1). DIOS envía a sus Ángeles como mediadores invisibles de su luz y de su amor en nuestra vida: Yo, JESÚS, he enviado a mi Ángel para darles testimonio de lo referente a las Iglesias (Ap 22,16). Ellos adaptan para nosotros la luz de la sabiduría divina e infunden este rayo de la bondad divina en nuestros corazones. San Juan de la Cruz describe, cómo la luz divina brilla a través del Ángel:
Esta sabiduría [que purifica e ilumina a estas almas] sale de DIOS y pasa por las jerarquías más altas de los Ángeles hasta las más bajas, a los hombres. Así, las obras que realizan los Ángeles y las inspiraciones que dan, como se lee en la Sagrada Escritura, son realizadas en el sentido más verdadero por DIOS y por ellos, porque generalmente Él las dirige a través de los Ángeles y éstos del mismo modo las dirigen del uno al otro sin tardanza, así como el rayo del sol se comunica por muchas ventanas de vidrio que están en la misma fila. En cuanto el rayo del sol traspasa cada una de las ventanas, éstas comunican respectivamente este rayo, según la forma de cada una de ellas. El hombre es el último miembro, hacia el cual se derrama esta visión amorosa… (Noche oscura, libro II, cap. 12, nn.3,4)
Si DIOS envía a su Ángel, éste recibe el poder de llevar a buen éxito su misión. Porque DIOS y el Ángel son fieles y confiables, el éxito depende, por lo tanto, de nuestra colaboración. Si los rayos del sol de la gracia divina no penetran profunda y regularmente a nuestra alma -calentándonos e iluminándonos-, entonces es, porque las ventanas de nuestro corazón están sucias, y así impiden la penetración de la luz. Tenemos que limpiarlas, y con toda seguridad, la luz entrará. San Pablo nos exhorta: Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de DIOS (2 Cor 7,1).
Ninguna empresa es más meritoria, y ninguna pena DIOS recompensa con más gracia y ayuda angelical, que nuestra aspiración a la unión con Él. En el esfuerzo sincero hacia la santidad podemos estar seguros de que nuestra voluntad se conforma a la voluntad de DIOS. La fe nos da la certeza, de que DIOS dirige y guía todas las cosas para que lleguemos a ser santos. Por eso mismo, DIOS creó el mundo, se hizo hombre y murió por nosotros; por eso nos envió su ESPÍRITU SANTO y a sus Ángeles, porque ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? (Mt 16,26).
Para disfrutar la amistad con DIOS en esta vida, Él debe ser buscado perseverante y sinceramente. No basta, sólo esperar que lleguemos a ser salvos justamente después de la muerte (y, a través del purgatorio) y luego ser llevados al cielo. Una aspiración auténtica hacia la unión con DIOS, fortalecerá nuestra esperanza para la vida eterna. Una voluntad férrea engendra la paciencia que es una virtud que engendra la esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de DIOS ha sido derramado en nuestros corazones por el ESPÍRITU SANTO (Rm 5,4-5). Esperanza y amor se fortalecen mutuamente, razón por la cual, los santos se destacan tanto de los otros hombres:
Mi alma anhela los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne se regocijan en el Dios vivo. Bienaventurados los que habitan en tu casa: cantan siempre tus alabanzas. Bienaventurado el que en ti encuentra su fuerza y tiene su corazón puesto en tu camino santo… Su vigor crece en el camino, hasta que se presenta ante Dios en Sión. (Sal 84,3.5.6.8).
La amistad con DIOS no solamente es grata; la unión con Él anima también todas las empresas de nuestra vida y les da dirección y terminación. ¿Podría un hombre, que después de larga ausencia regresa a su mujer amada, quizá haber encontrado su paz o su placer, en haber desviado conscientemente los pasos de su destino? Si su amor es grande, evitará todo desvío, por importante que sea. Breves tardanzas causan grandes dolores, si el amor es grande. Las cosas, que por sí mismas son agradables, pierden su dulzura, pensando en la tardanza que están provocando.
Al contrario, las dificultades y penas son dulces para el hombre, en cuanto son medios aptos, para llevarlo más cerca de sus amados. ¿Qué Madre, que perdió a su niño, interrumpiría su preocupante búsqueda, para irse de compras? Agitada en su amor, olvidará cualquier otra preocupación o vanidad. Cuanto más fuerte es el amor, tanto más directo y de prisa fluirá. El amor es como la fuerza de gravedad, hace notar santo Tomás de Aquino, porque la fuerza atrayente aumenta la velocidad (intensidad), en la medida que los objetos (los amantes) se acercan a su destino.
II. La seguridad del destino
Los teólogos dicen, que la última causa – el fin último – es la causa de todas las causas. Significa prácticamente, que el saber, la convicción y la firme esperanza de llegar al fin, es la clave para el éxito en la vida espiritual. Aquí, poco nos sirven los conceptos abstractos. Si no estoy realmente convencido de que la unión amorosa con DIOS es posible también para mí, mi vida espiritual permanecerá estancada. Ni siquiera un loco se sometería a algunas penas, si no tuviera la esperanza de gozar los frutos de sus esfuerzos. Si Jacob no hubiese tenido la esperanza de casarse con Raquel, ¿para qué habría trabajado siete años por ella? Si un campesino no espera una cosecha buena, ¿cultivaría y sembraría la tierra? Si un pescador no espera una gran pesca, ¿echaría sus redes?
Debido a que muchas personas consideran la santidad solamente como una posibilidad teórica, no se cuentan a sí mismas entre los candidatos para la unión con DIOS. «Esto, solamente es algo para los santos», dicen, y desanimadas por su propia miseria y debilidad, son tentadas a ignorar el hecho de que la salvación es imposible para los hombres, pero no para DIOS, porque todo es posible para DIOS (Mc 10,27). En la vida sobrenatural, DIOS viene a nuestro encuentro mucho más allá de la mitad del camino, porque Dios es el que, por su benevolencia, obra en ustedes tanto el querer como el hacer (Fil 2,13). Es su voluntad que den muchos frutos (cfr Jn 15,8). Envió a sus Ángeles para llevarnos a aquél lugar que Él nos ha preparado.
Muchas almas también están abrumadas, porque hasta ahora hicieron tan pocos progresos en conseguir la santidad, y por lo tanto, su futuro lo consideran bastante sombrío. Sin embargo, no deberían dejarse desanimar. ¿No fue llamado Abrahán y Moisés (por un Ángel), cuando ya tenían más que 70 años? Un alma, que por mucho tiempo había estado afligida por la sequedad y perturbación, hasta el punto de dudar del amor de DIOS hacia ella, por sus muchos pecados, recibió de su director espiritual esta firme promesa: «Es una verdad inmutable de fe, que DIOS la ama con un amor infinito y siente un deseo infinito de unirse con usted. Esta fe, en su respuesta amorosa a DIOS, es un fundamento más firme y más seguro, que miles de consolaciones que pasan, incluso siendo tan sublimes.» Estas palabras fueron como una luz que penetró el alma, y ella pasó varios días de intimidad rebosante con DIOS. Ella lo había buscado en las consolaciones, pero ahora lo encontró en la pureza de la fe. Y a esta fe, DIOS le respondió con una plenitud de consolaciones, para que esta verdad de fe se impregnara inextinguiblemente en ella.
La invitación de DIOS a la santidad comprende a todos. Todos son invitados al banquete nupcial. Los Ángeles serán enviados a las calles y caminos, para buscar a los pobres entre los pobres y los vagabundos. El Señor mismo ordenó a los siervos, que forzaran a los huéspedes de venir al banquete (cfr Lc 14,22). La iniciativa es totalmente de DIOS. No necesitamos dinero, para sentarnos a la mesa:
¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares. Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David. (Is 55,1-3).
Según san Agustín, DIOS no nos puede engañar. Nunca colocaría un deseo en nuestro corazón, que Él no quisiera satisfacer. En DIOS no hay discriminación o exclusión. Incluso el hijo pródigo será vestido de nuevo con el esplendor de la gracia. DIOS mismo provee el vestido nupcial. ¿No fueron todos esclavos del pecado?
Porque en Él nos ha elegido antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor… éramos por naturaleza hijos de la ira, lo mismo que los demás. Pero DIOS, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, cuando estando aún muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó juntamente con CRISTO – por gracia habéis sido salvados- y juntamente con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en CRISTO JESÚS. (Ef 1,4; 2,3-6).
El que no perdonó ni a su propio HIJO, antes bien lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él gratuitamente todas las cosas? (Rm 8,32).
Cómo se esconden los hombres ante estas manifestaciones innumerables del amor divino: unos por una especie de tristeza espiritual, que viene del maligno y siempre les deja pensar en su propia impotencia y miseria, en vez de mirar hacia el amor todopoderoso y misericordioso de DIOS; otros, al contrario, tienen disculpas, porque siendo agradable el llamado de Dios, también trae consigo un compromiso: Todos los fieles de cualquier estado, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad (Lumen Gentium 40; cfr CIC 2013). ¡Ahí está el punto determinante! Francisco de Osuna, un místico español del siglo XVI nos presenta la siguiente argumentación:
Me imagino que usted todavía persiste, en que su edad o su posición, su temperamento, su enfermedad o sus talentos, le dispensan o excluyen de la unión [con DIOS].
Yo no sé, qué otra respuesta debo dar, sino las palabras del sabio: El que vive apartado, busca su capricho, se enfada por cualquier consejo. (Prov 18,1). Yo no sé, si sus disculpas le satisfacen, pero, por lo que a mí me toca, los encuentro inauditos y, para hablar con las palabras de san Agustín, no le creo de ninguna manera, porque nada puede extinguir la capacidad para amar. Si usted me dijera, que no es capaz de ayunar, de llevar ropa tosca, de trabajar o incluso de ver, yo le creería, pero decir, que usted no puede amar, es simplemente inaceptable. Si san Agustín dice esto acerca del amor hacia el enemigo, cuanto más entra en vigor en relación al amor a DIOS, Quien nos da razón incomparablemente más grande para amar?» (El tercer alfabeto. Clásicos de la espiritualidad occidental. Paulist Press, NY 1981, pp. 47-48).
III. Para la unión con DIOS, hay solamente un camino: dirigir nuestro corazón totalmente hacia El
Esta simple verdad, que para algunos también es dura, es la siguiente: sin dar importancia a la espiritualidad, que he decidido seguir y vivir, en un punto, todas las diversas corrientes son unánimes: La unión con DIOS solamente puede darse cuando, como los Ángeles, hayamos fijado la mirada de nuestro corazón totalmente en DIOS, porque yo os digo que sus Ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos (Mt 18,10).
Podemos comprender mejor esta verdad con una simple comparación: La búsqueda del reino de DIOS, ¿acaso debería costarnos menos esfuerzo que el buscar una moneda extraviada, una oveja perdida o una perla preciosa? Si los hombres no se disponen con una actitud correspondiente y decisión firme, nunca podrán hacer progresos mayores en la vida espiritual. Es la vigilancia del corazón, la mirada continua a DIOS, lo que por último, distinguirá a aquéllos de corazón puro – los verdaderos amigos de DIOS.
Queremos dirigir nuestra atención a dos formas de celo atento, que deberíamos poseer en nuestro correr hacia la unión con DIOS. Una es infundida por DIOS, la otra resulta de nuestros propios esfuerzos. La primera es como el fuego, que llamea del bastón del Ángel, consumiendo el sacrificio de Gedeón (cfr Ju 6,21); es una gracia especial que viene del Ángel. Respecto a tales gracias escribe san Ignacio:
Se le llama consuelo, cuando en el alma hay un movimiento interior, por el cual ella empieza a arder de amor hacia su Creador y Señor, y cuando por esta causa, no amará ninguna otra cosa creada sobre la tierra, excepto al Creador de todo. Lo mismo sucede cuando uno derrama lágrimas, que lo mueven hacia el amor de su Señor… (Ejercicios espirituales No 316).
Hay gracias muy grandes, principalmente dadas para este fin de mantener vivo el fuego, de fortalecer la fe, y no, porque serían un gran placer. Muchas almas se alegran solamente en las consolaciones, y olvidan guardar y alimentar el fuego del amor divino por su propio esfuerzo. Como consecuencia disminuye el fuego o se apaga totalmente. La exhortación de Francisco de Osuna es muy clara: Aquellos, que poseen este don [del celo infundido] o disfrutaron de este alimento, son llamados para apropiárselo más, porque el ardor y el deseo de DIOS, normalmente no duran mucho tiempo. (ibid. p.49).
Las almas deberían usar correctamente este don del celo vigilante, como las vírgenes prudentes, que habían comprado suficiente aceite, para que sus lámparas no se apagaran anticipadamente. Las consolaciones no tienen una finalidad en sí mismas, sino que son un medio para inflamar el alma con un ansia ardiente, para que ésta no disminuya en el servicio de DIOS y en el ejercicio de las virtudes. Esta resolución es una doble forma del celo. Tanto en el avance espiritual, como en medio de la sequedad, estas personas ya no se dirigirán a las consolaciones del mundo, sino que permanecerán inmutables en su ansia de contemplar el rostro de DIOS y no descansarán, sino solamente en Él.
Mi alma tiene sed de DIOS, del DIOS vivo. ¿Cuándo podré ver el rostro de DIOS? ¡Oh DIOS, Tú eres mi DIOS yo te busco, mi alma tiene sed de ti! (Sal 42,3; 63,1).