El Padre Alessio Parente, íntimo colaborador del P. Pío de Pietrelcina, cuenta que un día, un amigo suyo, había viajado en su coche de Firenze a san Giovanni Rotondo para confesarse con el Padre Pío y escuchar la misa. A medio camino, se sentía cansado y se quedó en una estación de gasolina para tomar un café y descansar. Y después decidió continuar, a pesar de estar ya muy oscuro. Dice el protagonista Piergiorgio Biavati: Sólo recuerdo una cosa, encendí el motor y me puse al volante y, después, no recuerdo nada más. No recuerdo ni un segundo de las tres horas pasadas, manejando al volante. Cuando ya estaba enfrente de la iglesia de san Giovanni Rotondo, alguien me sacudió y me dijo: “Ahora toma tú mi puesto”.
Se sintió tan sorprendido que, después de la misa del Padre Pío, fue a la sacristía a hablar con él. Y el Padre Pío le dijo: “Has dormido durante todo el viaje y el cansancio lo ha tenido mi ángel, que ha manejado por ti”.